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Desafiando a Einstein

Por Hernán Cheyre

Por Hernán Cheyre:

“Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo”, decía Albert Einstein. Esta sabia reflexión no fue considerada en el reciente cónclave de la Nueva Mayoría. A pesar de la urgente necesidad de un cambio en las expectativas que ayuden a la economía a salir del pantano en que se encuentra, el Gobierno ha resuelto continuar aplicando la misma receta que lo llevó a esta situación. La gradualidad anunciada no cambia el fondo del asunto. Quedó demostrado que el “realismo sin renuncia” era una contradicción en sí, y finalmente se impuso la fuerza del “ni un paso atrás”. Así, el círculo virtuoso que se gatilla con la fuerza emprendedora en el ámbito de la inversión, de la generación de empleos, de las mejoras en la productividad y en los salarios, deberá seguir esperando.

A estas alturas ya (casi) nadie discute que, mayoritariamente, el problema de fondo que está afectando a la economía tiene su origen en fenómenos internos, habiéndose debilitado las expectativas globales de todos los agentes económicos en forma considerable. Porque no son solamente los empresarios los que están postergando decisiones de inversión a la espera de que la situación decante, sino que a ellos se suman los trabajadores, pensionados, ahorrantes, rentistas, y, en fin, todos los que conforman la gran masa de consumidores del país, quienes también están evidenciando una actitud de mayor cautela en sus decisiones, especialmente en lo referido a la compra de bienes durables. Si a los problemas que ya está causando la reforma tributaria, tanto a nivel de grandes empresas como de pymes, se suman los efectos esperados de una reforma laboral orientada especialmente a fortalecer el poder de los sindicatos, pero que no aborda los temas de fondo que se debe resolver para construir un ambiente propicio a la generación de más y mejores empleos, el deterioro de las expectativas no debería ser motivo de sorpresa para nadie. Y esto no es ni una conspiración fraguada por grupos poderosos ni son fantasmas alimentados por la prensa; se trata simplemente de una percepción que tiene la gente, basada en lo que ven a su alrededor. No es fruto de la casualidad que las reformas más emblemáticas que ha aprobado el Gobierno, así como las que están en trámite legislativo, estén recibiendo un rechazo mayoritario por parte de la ciudadanía.

En este contexto, todavía hay quienes piensan que la situación podría cambiar con un impulso monetario y fiscal de mayor intensidad. Olvidan que el cuadro actual se está dando en el contexto de una política monetaria expansiva –las tasas de interés continúan en niveles inusualmente bajos-, y con una presión inflacionaria importante, de manera que si cabe esperar algún cambio en esta materia, éste sería en la dirección opuesta. Y en lo que respecta al tema fiscal, cabe considerar que también el presupuesto público de este año ha sido particularmente expansivo, de manera que el marco para el próximo año tendrá que ser mucho más restrictivo. El propio ministro Valdés ha dado señales en este sentido en varias oportunidades, y fue precisamente a partir de su diagnóstico al asumir el cargo que comenzó a pronunciarse al interior del Gobierno la palabra “realismo”. No obstante la mayor austeridad fiscal que cabe esperar, se ha anunciado la intención de reservar fondos para constituir un Fondo de Infraestructura, con el propósito de dinamizar la inversión. No está en discusión la importancia que tiene el fortalecimiento de la infraestructura del país para mejorar la productividad y la competitividad de la economía, de manera que iniciativas de este tipo se justifican por sí mismas, en la medida que los recursos se utilicen para financiar proyectos que pasen el filtro de la evaluación social. Pero pretender que un fondo de esta naturaleza va a tener un efecto dinamizador de la inversión con un alcance más global, no es realista. La inversión pública no supera el 20% de la inversión total del país, y el 80% restante es resuelto por agentes privados, cuyos criterios de evaluación están influidos por múltiples factores, entre los cuales están todas aquellas materias donde aún prevalece un alto grado de incertidumbre.

Lo que parece no estar del todo claro a nivel del Gobierno y de la coalición gobernante es que una economía de mercado no funciona mecánicamente como un sistema de ecuaciones estático, alimentado por los insumos que entrega una autoridad central, y provocando respuestas automáticas en las distintas variables. Las decisiones fundamentales de consumo, de ahorro, de inversión, de contratación de trabajadores, de endeudamiento, de compra de una vivienda, y de tantas otras que forman parte de la vida cotidiana, son tomadas por personas que actúan racionalmente y que se desenvuelven en un determinado contexto, y es por ello que las expectativas juegan un rol tan importante. Cuando éstas son negativas, no hay forma de luchar contra ello. Pero si logran revertirse, el cuadro cambia en forma inmediata. Dicho en términos simples, cuando la melodía que toca la orquesta tiene un buen ritmo y el ambiente es grato, las personas salen en forma natural a la pista de baile. Los inversionistas y consumidores chilenos van a saltar a la pista cuando se sientan atraídos a hacerlo. En los casi 18 meses que lleva este Gobierno la orquesta no ha sonado bien y ha desafinado en forma notoria en varios movimientos, de manera que la Presidenta hizo bien en cambiar a algunos de los músicos en el intermedio. Pero mientras la partitura siga siendo la misma, la melodía interpretada no va a cambiar, y aunque el sonido de la orquesta parezca algo más afinado, la pista de baile va a seguir estando vacía.