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El «gran salto», un relato de libertad

Por Hernán Cheyre:

A estas alturas ya es claro que lo que la ciudadanía esperaba del actual gobierno no es lo que ha estado recibiendo. El programa presidencial hizo una lectura errada de lo que verdaderamente eran las carencias y anhelos de la gente, y se embarcó en una aventura que tiene hoy día a la Presidenta con un 70% de rechazo.

¿Pero acaso no había un clamor por «mayor igualdad»? Por cierto que sí, pero no de la forma como lo interpretó el programa de gobierno. La ciudadanía no estaba demandando «otro modelo», sino que una mejor forma de poder participar en «este modelo». No pedían demoler con una retroexcavadora los cimientos que dan sustento a un sistema que los ha hecho progresar como nunca antes lo hubieran siquiera imaginado sino que en el fondo demandaban «mayores oportunidades» para poder subirse al carro.

La Encuesta Bicentenario UC 2014 entrega pistas importantes sobre lo que piensan los chilenos en cuanto a sus preferencias por «este» o «el otro» modelo. Ante la pregunta de si es cada persona la que debería responsabilizarse y preocuparse de su propio bienestar, o si esta labor debe recaer en el Estado, hay un 44% que se inclina con mayor fuerza hacia lo primero y solo un 25% hacia la segunda opción. Preguntados acerca de cuál es la mejor forma de progresar en la vida, la mayor proporción del total (40%) responde que es el camino del esfuerzo, el emprendimiento, la capacitación y el trabajo duro, versus un 34% que manifiesta que se necesitauna garantía del Estado de buena educación y trabajo. Pero si es esta la percepción mayoritaria, ¿por qué cuesta tanto transformarla en una opción política concreta que convoque a la mayoría? Una hipótesis es que no se ha elegido el mensaje correcto. Es interesante verificar que en esta misma Encuesta Bicentenario UC 2014, las mismas personas que mayoritariamente creen en el esfuerzo personal como motor de progreso, ante la pregunta de si creen que lo mejor para el país es que haya mayor igualdad y una distribución del ingreso más equitativa, un 55% responde en forma afirmativa, en comparación con un 20% que manifiesta que lo mejor para el país es que haya un crecimiento alto y sostenido. Por tanto centrar el mensaje en los temas de crecimiento y eficiencia deja fuera a muchas personas que declarándose partidarias del esfuerzo individual como fuente de desarrollo, ante la promesa de la igualdad y de una más justa distribución del ingreso, se inclinan en mayor proporción hacia esta otra invitación, que tiene una connotación mucho más «épica».

Derrotar la utopía socialista colocando el acento solo en los objetivos finales, sin hacer referencia a la forma en que se recorre el camino, resulta muy difícil. Las personas deben tener claridad en cuanto a que lo que verdaderamente está en juego bajo ambos modelos es, en un caso, el de ser esencialmente una pieza más de un engranaje digitado desde el Estado, y, en el otro, el de trabajar con el objetivo de construir un mejor país para todos siendo cada uno el arquitecto de su propio futuro. En esta opción, el Estado, lejos de estar ausente, desempeña un importante rol de soporte, velando por la situación de aquellos sectores menos aventajados y contribuyendo a «tender puentes» cuando hay «caminos cortados» que impiden a,la comunidad desenvolverse con el grado de fluidez requerida.

Dada la situación en la que se encuentra Chile, para entusiasmar a la ciudadanía a abandonar el estado de letargo actual, la invitación tiene que ser a dar el «gran salto» que todos estamos esperando, como símbolo de un país que cruza el umbral del desarrollo, que logra derrotar la pobreza y que genera mejores oportunidades para todos. A este «gran salto» todos estamos invitados, y debemos darlo entre todos. Cada chileno debe contribuir desde la posición que le corresponda según sus condiciones aptitudes, preferencias y oportunidades compartiendo el objetivo común de poder alcanzar la cumbre que cada uno busca.

La figura que mejor encarna este desafío es la invitación a participar en la construcción de un país de emprendedores, definiéndose la capacidad de emprender no solo como la de poner en marcha un nuevo negocio, sino que como la capacidad de enfrentar situaciones y problemas cotidianos con la actitud de resolver desafíos, al igual como un escalador que avanza hacia la cumbre se enfrenta a la montaña. Los emprendedores son por esencia agentes de cambio, y eso es lo que Chile necesita para dar el «gran salto». Detrás de una conducta emprendedora está el reconocimiento de que lo que cada persona pueda alcanzar en su vida va a depender fundamentalmente de su esfuerzo, y no va a estar predeterminado por sus circunstancias iniciales. Así, la actitud emprendedora constituye no solo un poderoso motor de desarrollo económico, sino que también una potente herramienta de movilidad social. Promover y defender esta opción traduciendo el concepto abstracto en un ideal compartido es la principal tarea que tenemos por delante.