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Análisis: Un año (más) de incertidumbre

Por Hernán Cheyre (@hernancheyre)
El Mercurio

Los emprendedores están acostumbrados a desenvolverse en aguas turbulentas, enfrentando elevados niveles de riesgo. Pero una cosa es el riesgo inherente al negocio en el que se participa, y algo distinto es la incertidumbre que se genera en un ambiente económico y político confuso. En la práctica, ello se traduce en tener que navegar más a ciegas, lo que obviamente resiente la velocidad de navegación. Habiendo consenso transversal respecto de la contribución a la incertidumbre que han tenido las reformas impulsadas por el Gobierno, y del efecto de ello sobre el estado de letargo de la economía chilena, lo lógico sería que durante su último año de gestión el Gobierno enmendara el rumbo en todas aquellas materias en las que hay acuerdo técnico en cuanto a los errores de diseño. Lamentablemente, no se advierten señales en esa dirección, lo cual significa que nos espera un año más de incertidumbre, a la espera de las próximas elecciones presidenciales. En el intertanto, el horizonte seguirá nuboso, lo que es una mala noticia para el mundo emprendedor.

El modesto crecimiento que tuvo la economía chilena el año 2016, sumado al de los dos períodos anteriores, en un contexto de gran incertidumbre, no permite anticipar que este año 2017 vaya a ser muy diferente. De hecho, a pesar de los mejores aires que comienzan a soplar desde otras latitudes en cuanto a perspectivas económicas, el velamen de nuestra embarcación no logra tensarse en lo más mínimo, con lo cual la velocidad y el tipo de desplazamiento siguen teniendo las características de los barcos que se empantanan.

El único indicador que había mostrado mayor resiliencia al ajuste, la tasa de desempleo, ha comenzado a aflojar. El hecho de que la creación de nuevos puestos de trabajo que registran las estadísticas corresponda esencialmente a trabajos por cuenta propia, con una fuerte contracción en el empleo asalariado, está dando cuenta de una nueva realidad en el mercado laboral, de mayor precariedad.

La economía chilena muestra hoy debilidad en los tres motores del crecimiento: inversión, creación de empleos y productividad. Y las políticas gubernamentales en marcha, lejos de contribuir a encender estos motores, los están ahogando.

En el campo de la inversión, al efecto contractivo evidente que se manifiesta en los períodos de incertidumbre, hay que agregar el impacto negativo de una reforma tributaria que encarece los proyectos de inversión. Ese es un dato objetivo, en el cual nuestro país está evolucionando en una dirección distinta a la que se está planteando en otros países que buscan potenciar el emprendimiento privado en todos los niveles. Y como los capitales son móviles internacionalmente, y a fin de cuentas lo que buscan son los entornos más favorables para desarrollar la actividad empresarial, claramente Chile está perdiendo posiciones relativas en el concierto mundial.

La creación de nuevos puestos de trabajo está íntimamente ligada a la evolución de la inversión, qué duda cabe, pero también se ve influida por la combinación tecnológica que resuelven las empresas para sus proyectos, en cuanto a uso de mano de obra versus maquinaria u otra forma de bienes de capital. Todo esto, en un contexto en que la reforma laboral recientemente aprobada –así como otros temas que están en discusión-indiscutiblemente encarecerán el uso de mano de obra: nuevas normas de negociación colectiva, prohibición de reemplazo durante una huelga, límites a la multifuncionalidad de los trabajadores, por citar tres ejemplos, indiscutiblemente inducirán a las empresas y a los nuevos emprendedores a buscar formas de producción que reduzcan el uso de mano de obra. Si a esto se agrega que los cambios tecnológicos que están ocurriendo en el mundo van a hacer desaparecer muchos empleos, que hoy consideramos tradicionales, el cuadro se agrava. Y lo que es peor: la reforma laboral ni siquiera se hacer cargo de este problema.

Y en materia de productividad, el magro desempeño que, con pocas excepciones en algunos años, se arrastra desde fines de los años 90, no da luces de cambiar en forma importante. El actual Gobierno ha realizado importantes esfuerzos en cuanto a implementación de programas públicos específicos, destinando un importante volumen de recursos fiscales con este propósito. Pero el problema de fondo va mucho más allá de eso. Lo que se requiere es crear condiciones para que el emprendimiento innovador pueda florecer, y que los nuevos emprendedores puedan “desafiar” a los operadores tradicionales en las distintas industrias. Y si bien se ha avanzado en cuanto a reducción de trabas, falta mucho por avanzar, y de ello da cuenta en forma detallada el informe elaborado por la Comisión Nacional de Productividad.

Por todo lo anterior, urge despejar a la brevedad las incertidumbres que todavía están latentes en diversos ámbitos, y corregir aquellas reformas que fueron mal diseñadas. Esto puede no ser instantáneo, ni aunque se quisiera, pero al menos lo que se requiere es comenzar a observar señales concretas en esa dirección. Si el actual Gobierno no enmienda el rumbo con esa lógica, el cuadro global no va a cambiar, y el golpe de timón que necesita la economía chilena continuará esperando.