Joaquín Lavín Director Instituto de Emprendimiento FEN UDD Ex-Ante Lunes 10 de noviembre 2025
Si Antofagasta (y también Calama) fuera una ciudad de un país minero, como Australia y Canadá, sería sin duda una “gran ciudad”, con los mejores servicios. Sin embargo, pese a su ingreso per cápita de US$49.000 al año, comparable con un país desarrollado, se trata de una ciudad pobre, con una expansión descontrolada de los campamentos y en riesgo de “favelización”.
Mientras no encontremos una conexión directa entre la riqueza del territorio y lo que percibe la gente, estaremos en problemas. Se trata de una alerta para el nuevo gobierno que asumirá en marzo. Después no digamos que no lo vimos venir.
1. Las tiene todas: Hace dos semanas estuve en Antofagasta participando en un conversatorio organizado por El Mercurio de esa ciudad. Desde fuera la primera impresión es que esa región concentra todas las oportunidades que deberían hacer de Chile un país próspero en el futuro.
Es la región del cobre, cuyo precio de US$5 la libra nos muestra por qué es el “rey” de los metales en la lucha contra el cambio climático. Pero también es la región del litio, cuya “joya de la corona” es el Salar de Atacama, en que gracias a la energía solar a costo cero podemos producir con los costos más bajos del mundo.
Y seguimos: está la energía solar, con el mejor factor de planta del planeta; la desalación, que transforma a Antofagasta en la ciudad más grande de América que toma agua de mar; hay proyectos de hidrógeno verde ya aprobados y de amoníaco verde en aprobación; está la posibilidad de regar el desierto (ya hay algunas experiencias).
Si Brasil y Argentina quieren aumentar sus exportaciones a China deberán hacerlo por el Pacífico y por los puertos de nuestro norte, a través de los llamados corredores bioceánicos. Todo esto sin mencionar la astronomía y el turismo. La región la tiene todas. De hecho, hay proyectos de inversión por US$27.800 millones esperando los permisos ambientales.
2. PIB de país desarrollado: Si miramos las cifras macroeconómicas, Antofagasta se parece a un país desarrollado. De acuerdo a las cuentas regionales del Banco Central, la expansión de 7,3% del PIB en 2024 catapultó el PIB per cápita de la región por sobre los US$ 49.000, el más alto del país y muy por encima del resto de las regiones. La OCDE ha señalado, además, que el PIB per cápita de Antofagasta casi duplica la media de las 50 regiones mineras de la OCDE. Es decir, por ingreso promedio, Antofagasta no se parece al resto de Chile: se parece a los países desarrollados.
3. Pero…¿cuál es la realidad?: Cuando uno baja del PIB a la realidad local la cosa cambia. De partida hay 80.000 personas (denominados trabajadores “conmutados”) que viajan a Antofagasta para trabajar en la minería, desde Coquimbo hasta el Biobío. De hecho hay 27 vuelos directos Concepción-Antofagasta y Concepción-Calama cada semana. Llegan en avión, los esperan buses en el aeropuerto, suben a la faena, trabajan siete días y vuelven a sus casas en el centro o sur del país. No viven en Antofagasta, no gastan en Antofagasta, no educan a sus hijos en Antofagasta.
Según un estudio de la Universidad Católica del Norte, los trabajadores conmutados generan ya cerca del 28% del ingreso total anual de la región, y sus ingresos crecieron en el último año 5 veces más que el de los residentes.
En educación, las pruebas SIMCE y PAES de la región están por debajo del promedio nacional.
Los campamentos crecen sin control hacia los cerros, y el fiscal regional acaba de advertir sobre los riesgos de “favelización”, alertando a la comunidad sobre la penetración del crimen organizado en asentamientos irregulares.
4. El “espejo” del país: Hay, sin duda, razones técnicas y económicas que explican por qué vienen tantas personas de fuera de la región a trabajar en la minería, como la especialización laboral o el costo de la vida, pero Antofagasta representa un “espejo” de lo que es el Chile de hoy. Por un lado encarna el país del futuro: cobre y litio para la transición energética, energía solar de clase mundial, hidrógeno verde, desalación, tecnología aplicada.
Por otro, refleja el Chile que aún no resolvemos: ciudades con campamentos creciendo fuertemente, ausencia del Estado, servicios públicos saturados, resultados educativos mediocres y graves problemas de seguridad.
Chile necesita volver a crecer. Pero también que ese crecimiento se traduzca efectivamente en un aumento en la calidad de vida de las personas. Necesitamos una conexión directa entre el crecimiento económico y el “bolsillo” de las familias. Ahora que en nuestro país se aproxima una nueva etapa es muy importante que esto lo tengamos claro. Porque cuando se produzcan los problemas, ya no vamos a poder decir que no lo vimos venir.