El loable objetivo de reconstruir el país después del terremoto de febrero no justifica la estrategia tributaria elegida.
El acuerdo entre gobierno y oposición para modificar el royalty no es una buena noticia para el país. Aplicar un cambio en el régimen tributario que se utiliza en el sector minero no ayudará a aumentar la tasa de inversión que Chile necesita para lograr un mayor crecimiento económico y además resulta ser una mala señal para los inversionistas extranjeros. Diferentes informes internacionales muestran a Chile en el nivel intermedio de la carga impositiva para este sector. Haber innovado en este sentido generará en el margen una pérdida de competitividad y atractivo para los inversionistas extranjeros. Hoy la competencia tributaria entre países es cada vez más dinámica. Las condiciones de Perú y Australia, por ejemplo, son hoy más favorables que las de nuestro país tiene para los inversionistas extranjeros.
Actualmente las empresas pagan un royalty entre 4% y 5%. La tasa acordada para 2010-2012 fluctuará entre 4% y 9% sobre márgenes operacionales entre 35% y 70%. A partir de 2018, el tributo oscilará entre 5% y 14% para márgenes operacionales entre 35% y 100%.
En la negociación, el gobierno debió ceder a la oposición en el monto del impuesto, en tanto ésta obtuvo una rebaja en el plazo de invariabilidad tributaria que proponía el proyecto original que era de ocho a seis años.
Chile aplica un royalty a la minería desde 2005, y lo óptimo habría sido mantener el sistema de tributación actual, focalizando los esfuerzos en aumentar la inversión, empleabilidad y productividad; todos factores claves para hacer sostenible y elevado el crecimiento de la economía y, con ello, la maximización de la recaudación.
Este no es sólo un problema de la minería, sino también de las señales que reciben otros sectores. Este cambio introduce incertidumbre para aquellos inversionistas que quieran explorar en otras áreas. ¿Qué impide que en virtud de las necesidades presupuestarias se decida, más tarde, poner un royalty, por ejemplo, a la industria forestal?
El loable objetivo de reconstruir después del terremoto no justifica la estrategia tributaria elegida. Aunque se auguran buenos resultados económicos para este año y el próximo, el crecimiento de largo plazo no está garantizado. El crecimiento promedio de Chile durante los últimos años se ha reducido en forma significativa en relación a la década previa, por lo cual se hacen necesarias nuevas ideas que nos ayuden a volver a crecer al 7% anual y con ello alcanzar, a fines de la década, niveles de ingresos per cápita similares a los de países como España.
Una de las metas del primer royalty era allegar recursos para invertir en investigación y desarrollo, objetivo que no se ha cumplido. Aunque se discute sobre el guarismo, Chile debe estar invirtiendo entre 0,4 y 0,7% del producto en esta área. Una cifra insuficiente para alcanzar mayor productividad y sostener el crecimiento de largo plazo. Gran parte de la creciente brecha entre países pobres y ricos no se debe a diferencias en la acumulación de capital, sino a los avances en innovación. Por lo tanto, es fundamental que el relato del actual gobierno que busca un Chile con más riqueza y oportunidades no se vuelva a empañar con este tipo de iniciativas.