Hemos visto que algunos senadores DC plantean cómo condicionan la aprobación del proyecto de ley corta de Isapres a que el Ejecutivo formule una ley larga que reforme el actual sistema de salud. Ellos señalan que esta reforma debería contener cinco aspectos, todos relacionados al sistema de financiamiento. Planteamientos muy loables, pero con falta de foco. Las prioridades no están precisamente ahí, sino que en los problemas de gestión que enfrenta el sistema público. El énfasis debería estar puesto en resolver la falta de un sistema de dirección y gobierno corporativo moderno, en las dificultades con la formulación y ejecución presupuestaria, en el déficit de especialistas y de inversiones, entre otros.
La evidencia empírica reciente demuestra que tanto en Chile como en países desarrollados existe la posibilidad de mejorar aún más los resultados alcanzados. En efecto, a nivel de los países de la OECD, es factible mejorar la eficiencia del gasto en salud. En promedio, la esperanza de vida se podría aumentar en más de 2 años, manteniendo constante el gasto en salud, si todos los países implementaran mejores prácticas en modelos de gestión. Así podemos pensar en el uso de la asociación pública-privada, nuevos mecanismos de pago a prestadores, nuevos sistemas de compensación, un mejor uso de la red asistencial, etc. De la misma manera, y a modo de comparación, suponiendo que no se diseña e implementa ninguna reforma, un aumento de 10% en el gasto en salud sólo aumentaría la esperanza de vida en 3 a 4 meses. Más que el tipo de sistema –con más o menos mercado -, lo fundamental es cómo se gestiona.
Chile es comparable con países de la OECD y de América Latina. De esta manera es posible mantener los mismos resultados, pero reduciendo el uso de recursos en promedio un 13%, o utilizando los mismos recursos, sería posible aumentar en un 9% la producción de servicios de salud. De la misma forma, el gasto per cápita se podría reducir en un 31% manteniendo constante la esperanza de vida y mortalidad infantil.
A nivel hospitalario, todo indica que es posible avanzar en eficiencia. En concreto, si se adoptan prácticas más eficientes identificadas en diferentes establecimientos, se ahorrarían hasta 7 millones de dólares anuales en días de camas.
Una nueva reforma a la salud debería comenzar por los desafíos de gestión. Tenemos una gran oportunidad para avanzar en un nuevo gobierno corporativo para los hospitales, de tal manera que se establezca un marco de incentivos que promueva una mayor eficiencia en el uso de los recursos. En concreto, se debería otorgar a los hospitales una estructura jurídica independiente, con plena autonomía en su gestión, dentro del marco regulatorio general, definiendo sus normas internas de funcionamiento y sus políticas de recursos humanos y prestación de servicios que aseguren su viabilidad. Para esto es necesario solucionar los problemas que enfrenta el mecanismo de generación y de permanencia de los directivos en los hospitales públicos, que están directamente relacionados a los problemas de gestión, a la falta de autonomía y flexibilidad en las decisiones y a las remuneraciones poco competitivas.