Por Mike Yorston
En el mundo de las startups, el término «unicornio» se refiere a una empresa de menos de diez años de edad, que ha recibido financiamiento de capitales de riesgo y cuya valorización es mayor a US$ 1.000 millones. Ultimamente se ha generado una obsesión por estos seres míticos, a medida que los venture capitals (o VC) descubren que la clave del éxito de su fondo está en si tiene o no un unicornio. The Wall Street Journal recopila mensualmente una lista de las startups unicornio: actualmente son 78 con un crecimiento de más de 50% en el último año. El lector se preguntará: «Bueno, ¿pero cuántos hay en Chile?». La respuesta lamentablemente es cero. No solo en este momento, sino que ninguna startup chilena, en la historia siquiera, se ha acercado a estas altitudes vertiginosas. Si sirve de algún consuelo, el ranking WSJ no incluye ninguna empresa de América Latina; es más, solo dos de los 78 unicornios actuales no provienen de Estados Unidos, Europa o Asia. La realidad es que en este rincón del mundo estamos aún muy lejos de soñar con producir unicornios. Las razones son múltiples y dan para escribir una columna aparte. Solo adelantar que lo que más hace falta en Chile son casos de éxito, que sirvan de ejemplo e inspiración para los miles de emprendedores que hoy están recién partiendo. Nuestros vecinos trasandinos pueden decir con justificado orgullo que han llevado a dos empresas al olimpo tecnológico: Mercado Libre, en 2007, y Globant, en 2014, que se abrieron en la bolsa de Nueva York, con valorizaciones en varios cientos de millones de dólares. Aquí en Chile, en cambio, nuestro caso más destacado es el de Portal Inmobiliario, que fue comprado por el mismísimo Mercado Libre en 2014 por US$ 40 millones, cifra importante, sin duda, pero a años luz aún de las grandes ligas.
Podríamos decir que, así como en el íutbol, en materia de «unicornios» podríamos considerar la experiencia argentina si queremos que Chile sea potencia mundial del emprendimiento. O El autor es director ejecutivo UDD Ventures.