Por: Gonzalo Jiménez
Es uno de los países ricos, más desiguales y de los mejores lugares para nacer; uno de los métodos educacionales más exitosos lleva su nombre. No posee recursos naturales propios para explotar, pero es el centro financiero más importante de Asia. En su estrecha superficie, Singapur apenas alcanza a contener a sus más de 5 millones de habitantes, habituados a plenas libertades económicas y muy pocas en lo político.
Tras su muerte, el creador de este raro legado, Lee Kuan Yew, deja lecciones interesantes para quienes nos apasionan los gobiernos corporativos. Su visión sobre cómo llevar a este cúmulo de pequeñas islas a las grandes ligas fue clara y asertiva. Sin recursos, el político supo sacar partido a su ubicación estratégica en Asia Pacífico y aprovechar al máximo su puerto como enlace entre Europa India y China. Hizo lo que tenía que hacer para convertirle convertirlo en una success story prácticamente sin parangones en el mundo moderno. En el rol fiduciario tampoco hay espacio para dudas. De prácticas transparentes en la administración del Estado, se encargó de dar suficientes garantías a quienes quisieran emprender y aportar al crecimiento.. Diferenció a ese país de sus vecinos y marcó los límites con Malasia, la otra cara de la moneda – más turbulenta, y menos prolija, aunque más libre también. Para ello, convirtió a los empleados públicos en servidores eficientes, evaluados profesionalmente y compensados generosamente. Pragmático como ningún otro, Lee Kuan Yew preservó y elevó a un nivel superlativo el patrimonio nacional que tuvo en sus manos, promoviendo de paso los «Valores Asiáticos». La debilidad de su governance está en su rol fundacional. No buscó nunca dialogar con sus dirigidos, pese a su riqueza y variedad cultural. Mantuvo un férreo control político, censuró a la prensa, nínguneó a la oposición e impuso estrictas normas sociales, incluyendo castigos corporales y propiciando la ruina de sus detractores. Para él, los niños no eran más que futuros contribuyentes y empleados al servicio de una máquina casi perfecta de producción. Con su governance estratégica y fiduciaria, Kuan Yew logró las 3 C: confort material, control social y crecimiento económico, pero queda al debe con las 3 D: desarrollo humano, democracia y superar los desafíos que presenta la era digital a los autoritarismos tradicionales. De prácticas transparentes en la administración del Estado, se encargó de dar suficientes garantías a quienes quisieran emprender y aportar al crecimiento.