Por Joaquín Lavín:
Lo típico de los discursos del 21 de mayo es que los gobiernistas encuentran todo bueno y los opositores todo malo. Por eso quiero hacer un esfuerzo especial de objetividad pensando siempre en las familias chilenas de clase media.
1. Lo feo: no habrá recuperación de la credibilidad. Lo primero es que ayer la Presidenta Bachelet perdió una oportunidad inmejorable para recuperar la credibilidad perdida. El discurso de ayer pareció el de un país normal en un momento normal. Si alguien viene llegando del extranjero y no sabe nada de Chile, no creería que la situación es tan compleja que la Presidenta tuvo que despedir a todo su comité político hace 10 días atrás que su propia campaña presidencial está seriamente cuestionada por financiamiento irregular, y que Chile vive, como consecuencia de todo esto, una crisis de confianza en sus instituciones, estando muy cerca del famoso «que se vayan todos». Probablemente los estrategas del discurso debatieron sobre dos tesis: los que decían que el tiempo lo cura todo y el solo paso de los meses hará que la gente vuelva a creer, tesis que fue la que triunfó, y los que creen que solo a partir de decir la verdad se puede construir hacia el futuro. La Presidenta dijo que no quería barrer la basura debajo de la alfombra. Pero lamentablemente lo hizo. Bastaba que al empezar hubiera dicho: sí. Hubo una precampaña presidencial en que personas de mi confianza formaron un equipo, obtuvieron dinero de las empresas y lo utilizaron para vivir. Yo estaba en Estados Unidos y no sabía cómo se financiaban. Pero evidentemente lo hicieron para apoyarme a mí y me siento moralmente responsable. Eso pasa en todas las campañas.
Pido disculpas y promoveremos una agenda de probidad para que esto no vuelva a pasar.
2. Lo bueno: hay cuatro cosas que destacaría. Lo primero, el tono. Fue un discurso de llamado al diálogo, de generar un clima de búsqueda de acuerdos. Buen punto para el Ministro Burgos. ¿Significa esto que la retroexcavadora se guardó definitivamente? Ojalá que sí.
¿Qué otras cosas positivas? Que la gratuidad universitaria comience el 2016 para los alumnos que pertenecen al 60% más vulnerable. Significará un alivio para esas familias porque los estudiantes no quedarán endeudados.
Hay un gran pero, eso sí. Es muy injusto que se deje fuera a los alumnos igualmente vulnerables que están en universidades privadas acreditadas.
¿Por qué un alumno más pobre que estudia, por ejemplo, en la Universidad Mayor, o Santo Tomás, o en el AIEP, va a seguir pagando, mientras que el de más alto ingreso que estudia en la Universidad de Talca o cualquier otra del Cruch no va a pagar nada? Se rompe un principio de justicia que hay que corregir.
También considero positivo la reducción de las cuentas de luz a los consumidores de comunas generadoras de electricidad, y la rebaja a cero en la cotización de salud de los adultos mayores.
3. Lo malo: la economía está casi paralizada. Si no hay crecimiento, si no hay creación de empleos nuevos, la gran meta del Gobierno que es reducir la desigualdad, no se va a lograr. En una economía en que la inversión no hace más que caer trimestre tras trimestre, es evidente que la Presidenta debió hacer un esfuerzo para anunciar medidas reactivadoras. Pero no hubo nada que ayude a cambiar el ánimo de los agentes económicos.
Lamentablemente tampoco hubo nada para lo que los chilenos consideran sus dos grandes problemas hoy: la salud y la delincuencia. Aquí no hubo nada de nada. En el sur siguen quemando casas -con personas adentro- maquinarias y cosechas. Los problemas de la salud pública, los robos, los asaltos, son temas demasiado importantes en la vida cotidiana de los chilenos como para pasarlos por alto así no más.
En síntesis, dado lo que Chile ha vivido en los últimos meses, el discurso de ayer era una gran oportunidad para mostrar que dejamos atrás esa etapa. ¿Será suficiente con lo que dijo la Presidenta? Creo que no.