Por Ernesto Amorós:
Recientemente se han dado a conocer dos interesantes reportes sobre la competitividad y la dinámica emprendedora del país. El primero, el World Competitiveness Yearbook, publicado por el IMD de Suiza, cuyo asociado local es la Universidad de Chile, y el segundo, el Global Entrepreneurship MonitorGEM Chile, publicado por la UDD a través del Instituto de Emprendimiento de su Facultad de Economía y Negocios. Ambos reportes muestran resultados que van en direcciones contrarias: el primero muestra que Chile «cae» en el ranking de competitividad del lugar 31 obtenido en 2014 al lugar 35 entre 61 economías analizadas. El Reporte GEM, en base a datos de 2014, muestra que Chile es el país de la OCDE donde más personas en edad adulta (18-64 años) están involucradas en alguna actividad emprendedora en etapa inicial. Aparentemente en el caso chileno, competitividad y emprendimiento están inversamente relacionados.
No es tan extraño: evidencia empírica usando datos del GEM demuestra que los países menos desarrollados y, por lo tanto menos competitivos presentan altas tasas de emprendimiento. Este fenómeno se debe a la falta de oportunidades en el mercado laboral, que obliga a muchas personas a iniciar por necesidad un nuevo negocio. Pero el caso chileno es muy particular, tampoco hay mucho emprendimiento por necesidad. De hecho solo 16% de los emprendedores manifestaron verse «obligados a emprender». La buena noticia es que los indicadores de competitividad son relativos, no es que Chile «caiga», otros países lo están haciendo mejor y por eso «suben», así es que buena parte de la solución está en nuestras manos. Por otro lado, analizando cuál de los elementos específicos del ranking de competitividad habían disminuido considerablemente de un año a otro, se trata del indicador de eficiencia del gobierno. Si Chile quiere alcanzar el umbral del desarrollo, tiene que hacer una fuerte apuesta por la competitividad y la productividad, incluyendo seguir mejorando las condiciones del ecosistema pro-emprendimiento.