por Matías Lira:
Recientemente se dieron a conocer los resultados de la Encuesta Nacional Urbana de Seguridad Ciudadana (Enusc), revelando tanto un aumento significativo en la victimización -entiéndase la cantidad de hogares donde alguno de sus miembros fue víctima de un delito-, como la percepción de delincuencia en Chile.
Esto último, a mi juicio, es lo más preocupante, ya que a partir de este indicador se revela el nivel de temor e inseguridad de los habitantes.
Cuando hablamos de calidad de vida, algunos podrán opinar que esto tiene relación, principalmente, con indicadores asociados al ingreso per cápita, años de escolaridad, desempleo e incluso algunas opiniones más sofisticadas hablarán sobre la cantidad de metros cuadrados de áreas verdes por habitante.
Todo esto, sin duda, puede potencialmente contribuir a este concepto, pero -según mi opinión- una de las variables principales tiene que ver con la posibilidad de vivir y desarrollarse en un ambiente donde el temor no sea parte de nuestras vidas.
Distintos estudios revelan que el miedo es una de las principales barreras para el desarrollo de los personas, y si le agregamos un contexto con alto nivel de desconfianza, que no es otra cosa que el temor a ser engañados, estamos en un escenario poco alentador.
Justamente estos dos síntomas son los que aquejan la salud de nuestro país, por lo que debiesen estar en el centro de las preocupaciones no solo de nuestras autoridades, sino también de la sociedad en su conjunto.
No deja de llamar la atención como cada año al publicarse estos resultados tenemos la opinión de muchos expertos quienes enarbolan las famosas agendas antidelincuencia.
Pero casi no se habla de algo que es central y tiene que ver con cómo generar colaboración entre los vecinos, lo que además tiene como externalidad positiva el derribar las famosas desconfianzas comunitarias que se dan por el hecho de vivir en espacios urbanos cada vez más amurallados.
Creo fundamental poner atención en el sorprendente crecimiento de nuevas tecnologías basadas en la colaboración de los usuarios.
Por todo lo anterior, me pregunto si será posible innovar en el recetario tradicional de soluciones, apoyando el desarrollo de instancias comunitarias vecinales y, porqué no, en el uso de nuevas tecnologías.