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SALUD PÚBLICA, LA GRAN OLVIDADA

Por Matías Lira:

En estas últimas semanas hemos sido testigos de cómo el tema de las pensiones y de la reforma a la educación superior capturan la atención de los medios y por ende casi monopolizan la discusión pública.

Por otro lado la masividad de las marchas darían cuenta de la prioridad que estos temas tendrían en la opinión pública y por lo tanto en el denominado “chileno de a pie”. Lo anterior y casi por defecto es tomado en consideración por nuestra clase política, quienes bajo la presión de la agenda pública aparecen con propuesta de diversa índole y espíritu reformador. Están, por supuesto, los que pretenden olvidar de un golpe los avances en ambas áreas  e intentan, bajo una inspiración renovadora, cambiar “el modelo” planteando curiosamente sistemas no tan renovadores y casi en desuso o retirada por parte de países desarrollados. Por otro lado,  aparecen los defensores del status quo que a veces más que defender a los grupos afectados: estudiantes, familias, tercera edad, entre otros y hacerse cargo focalizadamente de quienes por diversas razones no participan del sistema, prefieren negar o minimizar la realidad de dichos problemas públicos, amparados en los avances del país de los últimos 30 años.

Chile entonces aparenta ser un país que vive de una esquizofrenia permanente donde pocos temas son tomados en consideración y además con el agravante de una mirada casi bipolar en el diagnóstico y propuestas de solución. Una de las grandes víctimas de esta monopolización temática, ha sido la preocupación por la salud pública. La última edición de la encuesta panel ciudadano UDD, efectuada la semana pasada, señala que la principal preocupación, por lejos, es la inversión en Salud Pública y especialmente en la necesidad de especialistas, aumento de las enfermedades auge, la disminución de los tiempos de espera y los costos de medicamento. Cómo es posible que siendo este tema tan relevante para el conjunto de la población pase casi desapercibido del debate actual y de la inversión proyectada de nuestras alicaídas finanzas públicas.  Es tiempo que nuestras autoridades se hagan cargo del problema y no se dejen influenciar y capturar por algunos exclusivos grupos de interés que pretenden imponer una sola visión sobre lo que algún político denominó “los problemas reales de la gente”.