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Trump y el desafío de la integración

Por Matías Lira  (@mlira1) en Pulso:

Sin duda que para muchos, dentro de los que me encuentro, el triunfo de Donald Trump causó sorpresa. Hoy son diversos los analistas que buscan desentrañar las razones que explican cómo este personaje tan curioso y excéntrico fue elegido como uno de los gobernantes más poderosos del mundo. Se dice que las causas serían, por un lado, un voto de castigo a quienes representan la política tradicional, y por supuesto la tan de moda baja participación electoral.

Pero sin duda que la gran vedette de estas elecciones ha sido el apoyo mayoritario a un discurso de corte nacionalista, donde se realza como negativo el fenómeno inmigratorio que ha experimentado Estados Unidos en las últimas décadas. Dicha inmigración, principalmente encarnada por latinos, ha sido hábilmente correlacionada por Trump con las altas tasas de criminalidad y la captura de empleos en desmedro de la clase media “tradicional”.

Estos argumentos, que a estas alturas no resultan novedosos, ya que también fueron esgrimidos por quienes apoyaron la salida del Reino Unido de la Unión Europea son “grito y plata” en sociedades desarrolladas y nos deben dejar una lección antes de que sea demasiado tarde.

Si bien este tema no es parte de nuestra actual discusión pública o de las ya iniciadas campañas o precampañas, no debe causar extrañeza que en un futuro cercano este tema sí tenga un lugar importante en la agenda. Por un lado, hemos experimentado un fuerte incremento en la tasas de inmigración y, por otro, existe mayor diversidad de nacionalidades en quienes han ingresado. Es así como cada vez resulta menos extraño visitar el centro de Santiago y constatar que además de la comunidad peruana nos encontramos con personas de Haití, Colombia, República Dominicana, etcétera. Sin duda que el hecho de una mayor tasa de inmigración conlleva una serie de desafíos, especialmente cuando un porcentaje relevante de esta ingresa al país en búsqueda de nuevas oportunidades y escapando de contextos extremadamente pobres. Pero, por otro lado, no son pocos los estudios que dan cuenta de las externalidades positivas que se desencadenan a partir de una mayor diversidad cultural. Los países que son capaces de integrar más que excluir, finalmente estarán más preparados para enfrentar y por qué no decirlo competir en un mundo tremendamente diverso, globalizado y dinámico.