Por Matías Lira (@mlira1)
Según un estudio de la Universidad de Oxford, el 47% de los empleos en Estados Unidos desaparecieron en los últimos 20 años. Este fenómeno tendría directa relación con el dinamismo de los mercados, el desarrollo de nuevas tecnologías y la automatización de los procesos productivos.
En este escenario, es trascendental que las escuelas de negocios sean capaces de interpretar estas señales e incorporar modelos educativos que permitan que los miles de estudiantes que pasan por sus aulas, enfrenten con éxito el mundo laboral futuro.
Ahora bien, todo proceso educativo es lento y las universidades no son la excepción. En el mundo académico, como en toda organización, hay cierta inercia y aversión al cambio, cayendo en excesivos dogmatismos con respecto a ciertas formas y contenidos. Por esta razón, es fundamental que las escuelas de negocios cuenten con sistemas de actualización curricular que permitan detectar cuáles son las principales competencias y conocimientos que el mercado laboral requiere de sus futuros profesionales y en consecuencia, una efectiva capacidad de modificar lo que ya no es pertinente.
¿Qué hacer?
En mi opinión, las principales variables que toda escuela de negocios debe considerar en su proceso de enseñanza son:
Hoy en un mundo tan dinámico y cambiante se requiere una buena capacidad de adaptación, por lo que cada vez se hace más necesario el desarrollo de un pensamiento crítico en sus estudiantes que permita observar, analizar, entender e interpretar adecuadamente el entorno. En esta línea, las humanidades, muchas veces menospreciadas, tienden a entregar una base de pensamiento más reflexivo, analítico y sólido para enfrentar el futuro, en contraste con los sobrevalorados manuales de management que entregan una lista de buenas prácticas y recetarios técnicos.
En segundo lugar, es cada vez más frecuente que los nuevos profesionales se inserten en equipos heterogéneos donde no predomina una única visión y profesión. Es por esto, que la interdisciplina como metodología y contexto es fundamental. Ahora bien, no se trata solo de mezclar a alumnos de distintas carreras en cursos electivos o alternativos (algunos de escaso valor para el estudiante). La apuesta e innovación va más por agrupar a alumnos de distintas carreras para que puedan enfrentar un desafío o problemática común donde, no solo cada estudiante asuma una parte del trabajo, sino que se produzca una fusión de visiones, miradas y propuestas.
En un escenario donde los problemas asumen cada vez mayor complejidad es necesario una aproximación que se haga cargo de dicha complejidad, y la interdisciplina es una de las claves.
Esto no es fácil de implementar, ya que las universidades, y especialmente las facultades, deben dejar de lado una suerte de soberbia curricular donde muchas veces se sobrevalora aquellos elementos y contenidos propios de sus respectivas disciplinas.
En tercer lugar, hoy es casi inexcusable no promover una mirada global en los estudiantes. En esa línea, el dominio del idioma inglés es casi una necesidad básica para quien quiera abordar de manera exitosa un futuro profesional. Por eso, de manera gradual y creciente, debe existir una oferta de cursos de carrera que sean dictados en inglés. Esto no solo es una valiosa herramienta para practicar un segundo idioma, sino también permite la comprensión de cierto lenguaje técnico necesario para el mundo del trabajo. Pero el fomento de un segundo idioma es solo el primer paso, los intercambios en el extranjero, cursos especializados que entreguen herramientas prácticas para hacer negocios en otras latitudes y el desarrollo de una comprensión de la economía internacional a partir de casos aplicados, son parte de la oferta de acciones que van en la línea correcta.
En cuarto lugar, no son pocos los académicos que sostienen que el desarrollo de competencias y habilidades no se limita a un aprendizaje en el aula. Hoy se hace cada vez más necesario el fomento de una experiencia integral donde se promueva que los alumnos participen y organicen actividades en terreno. A las clásicas instancia deportivas y de voluntariado, se suman espacios para que los alumnos puedan emprender. Incubadoras, aceleradoras de negocios y laboratorios de innovación son fundamentales para que los estudiantes aterricen lo que aprenden en clases, pero con la distinción de ser actividades que se construyen a partir de los intereses particulares y motivación de estos, y no solo por el incentivo de la nota.
Finalmente, un elemento fundamental en la educación de futuros hombres y mujeres de negocios es la ética profesional. Somos testigos de la destrucción de compañías, producto de faltas a la ética de altos ejecutivos y propietarios. Por esta razón, es imperativo formar a futuros empresarios y ejecutivos que sepan discernir acerca de las consecuencias que tienen sus actos y cómo estos afectan a sus empleados, clientes y usuarios. Para esto, el uso de casos que sometan al alumno a escenarios complejos va entrenando la capacidad de tomar decisiones en contextos difíciles y de alto riesgo.
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