Cristián Larroulet V. (@clarroulet)
Por primera vez en sus 27 años de historia, la Universidad del Desarrollo entrega un Doctorado Honoris Causa, y recibe esta distinción el profesor Arnold Harberger, el ciudadano extranjero que ha hecho más por enseñar, investigar y promover buenas políticas económicas en Chile en los últimos 100 años.
Así como Bello fue fundamental para instaurar en Chile una cultura de Estado de Derecho, y Courcelle-Seneuil, para promover un sistema financiero moderno y una economía abierta, ambos en el siglo XIX, Harberger será reconocido por su aporte a la elaboración de una estrategia de desarrollo basada en la economía social de mercado económico, que le ha permitido al país el mayor progreso económico y social de nuestra historia.Arnold Harberger nació en 1924 en los Estados Unidos.
Estudió su pregrado en la Johns Hopkings University, y su PhD en la Universidad de Chicago.
Ha sido profesor en universidades líderes a nivel mundial, como Chicago, Harvard, MIT y Princeton; y finalizó su carrera como profesor en la Universidad de California, en Los Angeles (UCLA).
Además, ha enseñado e investigado en países de Latinoamérica, África, Asia y Europa.Destaca por su contribución en el área de las Finanzas Públicas, con trabajos clásicos sobre la incidencia del impuesto a las empresas y las metodologías para realizar evaluación social de proyectos de inversión.
En el campo de la organización industrial, es famosa su investigación para medir el costo social de los monopolios.
Cómo no recordar sus aportes para perfeccionar las políticas públicas en el área de la inversión social, gracias a su enfoque de «las necesidades básicas».Pero sus aportes también se extienden a otras áreas, como las causas de la inflación y las políticas para reducirla; la relevancia del comercio internacional para la buena asignación de los recursos productivos, y sus reflexiones sobre el crecimiento económico, en su ya clásico discurso como presidente de la Asociación de Economistas Norteamericanos en 1998, en el que llama la atención sobre la relevancia de la reducción de costos para el crecimiento, la «creación destructiva» para la productividad y la importancia de un ambiente adecuado para el desarrollo de las empresas.Otro de sus grandes aportes es la notable capacidad para aplicar sus conocimientos al mundo real.
Por ello, el FMI, el Banco Mundial, el Consejo Económico del Gobierno de Estados Unidos, así como innumerables países de todos los continentes, lo han consultado para perfeccionar sus políticas.
No hay duda de que los latinoamericanos y, especialmente, los chilenos nos hemos beneficiado de aquello.
Recordemos que cuando Harberger nos comenzó a visitar, éramos un país de 100% de inflación, de crisis de balanza de pagos, de instituciones débiles, de altísimos niveles de pobreza y de mala capacidad de políticas públicas para superarla.Al respecto, es bueno recordar parte de su «Memorándum sobre la economía chilena», enviado a sus colegas de la U. de Chicago en 1956, en el que describe la desastrosa política económica de la época.
Harberger escribía con una mirada pesimista: «La inflación puede ser detenida por medio de una política verdaderamente restrictiva del Banco Central, pero esto es improbable que suceda».
¡No obstante, el coraje y la persistencia pudieron más y hoy podemos celebrar la realidad de 37 años con un Banco Central autónomo que tiene la capacidad de superar la presión de los grupos de interés y lograr tasas de inflación en torno al 3% anual!Pero lo más importante de su legado es su contribución a la modernización de la enseñanza de la economía en nuestras universidades y la capacitación en Evaluación Social de Proyectos a miles de funcionarios públicos.
En suma, a la formación de capital humano avanzado que nos ha permitido tener mejores políticas públicas.
Cada día está consolidado el concepto de que los países progresan y son más justos gracias a su capital humano.
El rol de «Alito» como maestro e impulsor de la enseñanza de la buena economía ha sido crucial.Sin duda, Arnold Harberger se ha ganado, muy merecidamente, un lugar destacado en la historia patria como uno de los forjadores del Chile moderno.