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Chile, país de emprendedores

Por Hernán Cheyre (@hernancheyre)

El debate político de este año ha estado dominado por la discusión acerca del grado en que han cambiado los chilenos respecto de su postura frente a la evolución que ha tenido Chile en las últimas décadas.
Especial énfasis se ha puesto en el tema de si los grupos medios se han «derechizado» o «izquierdizado», de si quieren «más modelo» o «menos modelo», así como del grado en que han adoptado la «modernización capitalista» como un vehículo más eficaz para ir construyendo su futuro con mayor libertad, o si hay añoranzas por un sistema en el que las principales decisiones las va tomando el Estado.
Posturas en esta materia hay de variado signo, basadas en sesudos raciocinios intelectuales que buscan sustento escudriñando encuestas e interpretando las tendencias electorales.Sin perjuicio de esa interesante discusión, de corte más bien conceptual, hay evidencia dura que muestra que Chile sí ha experimentado un cambio importante, inobjetable, en la dirección de transformarse en un país de emprendedores.
De acuerdo a las cifras del Global Entrepreneurship Monitor (GEM) realizado en Chile por la Universidad del Desarrollo, en el año 2007 un 13% de la población adulta declaraba estar realizando alguna actividad emprendedora en sus etapas iniciales, y esta tasa se duplicó en el transcurso de los últimos diez años.
Y a esto habría que agregar que hace una década el 25% de quienes no estaban emprendiendo manifestaba la intención de hacerlo, y en los últimos años esta medición llegó al 50%.
En simple, el año pasado, uno de cada cuatro chilenos adultos declaraba estar emprendiendo en etapas tempranas, y entre quienes no lo estaban haciendo, a la mitad le gustaría hacerlo en un futuro próximo.Dificulto que haya en otros ámbitos evidencia de cambios tan significativos como los que han ocurrido en Chile en materia de emprendimiento.
Y detrás de esto subyace la idea de que los chilenos, paulatinamente, están deseando con mayor fuerza ser cada uno de ellos el propio arquitecto de su futuro, asumiendo el riesgo que ello implica, sin ser pauteados por nadie, y por tanto de legítimamente hacerse acreedores de los frutos que ello les va a entregar.El Chile de hoy en materia de emprendimiento es radicalmente distinto del que había diez años atrás, y por tanto, el rol que debe cumplir el Estado hacia aquellos grupos que conforman una gran masa de emprendedores es también diferente.
Quienes han optado por el emprendimiento no buscan un Estado asistencialista, ni tampoco necesitan que un ente burocrático dictamine lo que deben ir haciendo.
Lo que más necesitan es un entorno que les permita desplegar todo su potencial, y para ello resultan claves varias cosas.Desde luego, que se valide la actividad privada como fuente de obtención de beneficios, que se reduzcan trabas y burocracia para facilitar el emprendimiento, que se imponga una carga regulatoria razonable a quienes ponen en marcha nuevas iniciativas, y que haya espacio para poder «desafiar» a los actores tradicionales en los distintos sectores, lo cual requiere de mercados efectivamente competitivos.Esto es lo fundamental, pero no es lo único.
Los emprendedores también requieren de un Estado que tenga como eje central el crecimiento económico y que facilite condiciones para acceder a financiamiento.
Lo primero, por cuanto en la medida en que le va bien a la economía en general, les irá bien a ellos también, no debiendo olvidarse que los emprendedores en principal medida son proveedores de las empresas de mayor tamaño.
Y lo segundo, por cuanto su perfil de riesgo ante el sistema financiero es objetivamente superior, lo cual no les permite acceder a recursos en condiciones similares.
Incentivos que premien a quienes paguen a los emprendedores en 30 días, una mayor certeza en las fechas de pago de las facturas, el apoyo a una industria de capital de riesgo que responda a los desafíos actuales, y un sistema de garantías crediticias que fomente la competencia entre las entidades financieras deben formar parte del menú de opciones.
Los emprendedores no necesitan más Estado; lo que requieren es un mejor Estado, más ágil, más digital, que les facilite y no le entrabe el desarrollo de sus emprendimientos.