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Columna Hernán Cheyre: Mea culpa empresarial

El Mercurio / Martes 5 de noviembre

La catarsis que se está generando en el país a partir de las manifestaciones sociales y hechos de violencia de las últimas semanas ha permitido hacer un alto, levantar la vista, hacer un balance y decidir futuros cursos de acción.

El mundo empresarial no ha estado ajeno a esta situación, y, en este contexto, ha habido gestos y tomas de conciencia que sin duda tendrán un efecto positivo para los tiempos que vendrán. Pero en este proceso se debe tener cuidado de no caer en una autoflagelación excesiva, ni tampoco en buenos propósitos que pueden chocar con la realidad. Que ha habido empresas que han tenido un mal comportamiento, no cabe duda, pero la gran mayoría no cae en esa categoría.

Por el contrario, ha sido el esfuerzo emprendedor de muchos el que permite explicar el gran salto que experimentó el país en las tres últimas décadas. De eso no hay que avergonzarse. Y si el empleo y los salarios no han crecido a mayor ritmo en los últimos años, en gran medida ello ha sido consecuencia de políticas públicas mal diseñadas, que tuvieron un efecto en la inversión. Ello no obsta a que cada uno haga una introspección, y descubra áreas en las que pueden mejorar, sobre todo en la lógica de brindar un mejor trato a los colaboradores, una de las principales demandas que han surgido en este proceso.

En esta línea hemos sido testigos de iniciativas muy loables orientadas a mejorar el piso del sueldo que reciben los que menos ganan en una empresa, y de disminuir la dispersión entre las remuneraciones máximas y mínimas, propuestas que vienen de grandes empresarios y de grupos de emprendedores. Muy buena la inspiración, pero se debe tener mucho cuidado en no colocar la carreta delante de los bueyes: no todas las empresas están en condiciones de pagar un mismo sueldo mínimo, no en todas se puede aplicar la misma escala de dispersión en las remuneraciones.

Pero en lo que respecta a las grandes empresas en particular, si hay algo en lo que pueden ayudar hacia un «mejor trato» es en la relación con sus proveedores: un acortamiento en los plazos de pago y un procesamiento más expedito de las órdenes de compra podría tener un efecto multiplicador positivo de gran calibre. Eso sí que haría una gran diferencia, le haría la vida más simple a miles de emprendedores, y sería un gesto concreto con efectos positivos que se harían sentir en el corto plazo.