Hernán Cheyre
Director Centro de Investigación de Empresa y Sociedad (CIES)
La pregunta que más se repite en estos días es qué va a ocurrir en la economía con los niveles de actividad, con los empleos, con los sueldos de los trabajadores, con los pagos a los proveedores, y, a fin de cuentas, con el abastecimiento de la población.
Las proyecciones económicas día tras día se han venido ajustando a la baja, retroalimentadas con la nueva información que surge, pero la verdad es que mientras sigamos transitando por un escenario de tanta incertidumbre, es muy difícil poder realizar un pronóstico medianamente acertado.
Una sola cosa es clara y definitiva: la actividad económica se va a contraer, y fuerte, y en este proceso todos se van a ver afectados.
Considerando que va a seguir siendo necesario mantener medidas de aislamiento, en el ámbito económico el foco debe centrarse en compatibilizar lo anterior con mantener en funcionamiento el aparato productivo del país.
Esta es la única manera de lograr que la cadena de pagos no se interrumpa: trabajadores asalariados produciendo y recibiendo su sueldo: trabajadores independientes pudiendo realizar sus labores; empresas grandes y Pymes cumpliendo con sus compromisos de producción y de pagos; cadenas logísticas y de distribución funcionando; e instituciones financieras con capacidad de otorgar liquidez para que el sistema funcione. ¿Hay alguna receta para lograr mejores resultados ante esta situación excepcional? Los países que mejor van a enfrentar el impacto económico de esta crisis sanitaria van a ser aquellos que mejor logren adaptarse a un marco en que el factor predominante sea la flexibilidad.
El Estado tiene que mostrar flexibilidad presupuestaria para ir en ayuda de quienes se están viendo más afectados, flexibilidad regulatoria para contribuir a la provisión de liquidez para mantener operativo el aparato productivo, y agilidad administrativa para no entorpecer el funcionamiento de las empresas.
A su vez, éstas deberán actuar con flexibilidad para entender las contingencias que están afectando a sus clientes, a sus proveedores y, obviamente, a sus propios colaboradores.
Y los trabajadores, a su turno, deben también mostrar flexibilidad para adaptarse a esta especial circunstancia, teniendo en cuenta que el objetivo fundamental debe ser cuidar los puestos de trabajo, y que el empleo más precario, a fin de cuentas, es aquel que se pierde o que no se logra crear. Lo que se ha visto hasta la fecha es una actitud bastante favorable de parte de todos los actores involucrados.
Vamos bien encaminados.
Ahora cabe esperar que el mundo político—a quienes les corresponderá abordar cambios legislativos para hacer posible lo anterior- lo entienda de la misma manera, que no alargue innecesariamente la tramitación de proyectos que son importantes para muchos que se van a ver afectados por esta crisis, y que no se desvíe en la búsqueda de soluciones mágicas porque, lamentablemente, éstas no existen.