Columna Hernán Cheyre
Director CIES
Diario Financiero
Viernes 8 de enero, 2021
El antecedente conocido el primer día laboral de 2021 respecto de la variación del Imacec en noviembre pasado, la cual fue positiva (0,3%) luego de una tendencia de ocho meses consecutivos de caída, sin duda fue una buena noticia por el hito que ello representa. Esto ha hecho pensar a algunos que lo peor ya quedó atrás, y que lo que viene por delante es solo una recuperación, con mayor o menor fuerza, pero reactivación al fin. Es decir, se estaría empezando a configurar la tan esperada “V”.
Sin embargo, en la interpretación de los resultados hay que tener mucha cautela a efectos de realizar proyecciones para los próximos meses. El propio ministro Briones señaló, al comentar el resultado, que este “no es para saltar en una pata”. Y tiene razón. De partida, la base de comparación era muy baja: cabe recordar que este índice de actividad se había contraído 4% en el mismo mes en 2019, en el marco del estallido de violencia que empezó a manifestarse el 18-O. A esto habría que agregar los fuertes estímulos que ha estado recibiendo la economía como consecuencia de los apoyos estatales brindados a las personas, como también los retiros de fondos previsionales que una gran mayoría realizó, todo lo cual contribuyó a impulsar el consumo.
Es por ello que las expectativas para el Imacec de noviembre apuntaban a una cifra en torno a 1%, bastante por encima del resultado que efectivamente se alcanzó. Lo que está quedando de manifiesto, en definitiva, es que la prolongación de las medidas de confinamiento sigue afectando el desarrollo de algunos sectores productivos -especialmente en el ámbito de los servicios-, lo cual tiene un impacto evidente sobre los niveles de actividad y empleo.
¿Qué esperar para los próximos meses? El primer trimestre de este año no se presenta muy auspicioso, tanto por efecto de la acentuación de las restricciones sanitarias, como por el hecho de que la base de comparación en este período es más alta: las variaciones del Imacec en enero y febrero de 2020 fueron de +1,5% y +3,3%, respectivamente. Por tanto, lo que algunos estimaban como una evolución de la actividad en forma de “V”, en los hechos se va a parecer más a una “W” en esta primera parte del año. A contar del segundo trimestre las cifras van a mostrar una recuperación importante -las caídas en producción entre abril y septiembre superaron todos los meses el 10%-, de manera que no cabe duda de que luego de una caída en el PIB que podría superar el 6% en 2020 (parte inferior del rango proyectado por el BC), este 2021 la recuperación podría ser importante, pero probablemente más cerca de la parte baja del rango proyectado por el BC (5,5%/6,5%), si no algo inferior.
Todo esto, en un contexto de mucha incertidumbre por el curso que pueda seguir la pandemia, así como por el grado en que pueda influir positivamente el proceso de vacunación que ya se inició. Y a lo anterior habría que agregar la incertidumbre derivada del proceso constitucional en marcha, la cual podría aumentar o disminuir luego de los resultados de abril.
Con todo, en lo que se refiere al potencial de crecimiento de la economía chilena los desafíos siguen siendo los mismos, y para elevarlo no hay atajos: más inversión, más y mejores empleos, y mayor productividad. Las recetas para lograr esto son de sobra conocidas, pero no ha sido posible consensuar una acción política en esa dirección con la profundidad requerida. No quedará sino la opción de transitar por un camino más pedregoso, lo cual sin duda se traducirá en una menor velocidad de avance. En lo que no se puede errar, eso sí, es en el punto de destino.