Por Hernán Cheyre, director del CIES UDD | Diario Financiero | Viernes 11 de marzo, 2022
Luego de poco más de dos meses de espera, hoy es el día en que finalmente las nuevas autoridades elegidas en diciembre inician su período de gobierno. La población está expectante luego de las promesas realizadas por el candidato Boric durante la campaña, pero la realidad se va a encargar de colocarle freno a este ímpetu reformador y de instalar el verbo “priorizar” como uno de los que van a tener que conjugarse con mayor frecuencia.
Como reza el antiguo refrán, “los programas presidenciales se escriben en verso, pero a la hora de gobernar hay que hacerlo en prosa”. Y la prosa en el campo económico se irá escribiendo a partir de trazos densos y áridos, ya que a la desaceleración prevista para los niveles de actividad este y el próximo año -consecuencia inevitable de la insostenible explosión en el gasto que tuvo lugar el año pasado-, se suma un cuadro inflacionario que está resultando muy perjudicial para la economía, y especialmente para los sectores de más bajos ingresos.
Para completar el diagnóstico, a lo anterior habría que agregar la imperiosa necesidad de aumentar el potencial de crecimiento de la economía, ya que en su actual tendencia ella apenas va a ser suficiente para hacerse cargo del aumento poblacional proyectado, lo que conduciría a un virtual empantanamiento del PIB per cápita, camino seguro a nuevas frustraciones.
Como es obvio, los gobiernos no tienen la posibilidad de elegir el contexto en el que les toca asumir sus funciones, pero sí pueden elegir la forma de plantearse ante la realidad que les corresponde enfrentar. Mario Marcel, quien a partir de hoy asume como ministro de Hacienda, ha manifestado que sus primeros esfuerzos van a estar concentrados en lograr una recuperación inclusiva (“que nadie se quede atrás”) y en despejar factores de incertidumbre que están afectando las decisiones de inversión. Partidario de avanzar hacia un Estado de Bienestar con derechos universales, el nuevo ministro ha señalado que los primeros pasos van a estar dirigidos a una reforma tributaria que permita generar recursos adicionales por el equivalente cinco puntos porcentuales del PIB durante el período de gobierno, así como a una reforma de pensiones encaminada a ir resolviendo los problemas de largo plazo que siguen penando.
Y para transitar por esta ruta, ha manifestado su disposición al diálogo con los distintos actores, factor clave no solo atendiendo al equilibrio de fuerzas que va a haber en el Senado -que también asume hoy-, sino que especialmente en la medida que ello dé cuenta de un genuino interés de parte del gobierno entrante en cuanto a construir soluciones que, recogiendo la opinión de todos los sectores, permitan proyectar un escenario de mediano plazo mínimamente estable, ya que es eso lo que despeja el camino para las nuevas decisiones de inversión.
Claro que en esta materia el desafío que enfrentará el Presidente Boric es doble. Primero, deberá ordenar a las propias huestes que participarán de su gobierno, instándolas -a partir de una genuina convicción personal, por cierto- a dejar de lado la mirada refundacional que se observó durante la campaña, y a optar por soluciones realistas que construyan a partir de lo que con esfuerzo se ha logrado construir durante décadas; y segundo, de ser exitoso en lo anterior, lograr que la Convención Constitucional reoriente el camino que ha venido siguiendo hasta le fecha, cuya ruta ha sido precisamente la opuesta: avanzar sin transar. De no lograrse un cambio en esto último, lo que el nuevo Gobierno logre escribir con la mano va a ser posteriormente borrado con el codo por la Convención, y de ocurrir esto el camino al estancamiento será inevitable.