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Columna Klaus Schmidt-Hebbel: «Política y economía global»

Por Klaus Schmidt-Hebbel | De Puño y Letra, El Mercurio | Miércoles 09 de marzo, 2022

El mundo de la guerra fría (1945-1990) fue bipolar, sin matices y, por ende, más simple de entender y gobernar. La caída de la URSS en 1991 —la implosión más sorprendente y veloz de un imperio en toda la historia— abrió la puerta a un mundo multipolar y complejo. El fracaso del comunismo y su economía de planificación central no llevó a la monopolaridad de democracias con economías de mercado (como erróneamente predijo Fukuyama en 1991), sino frecuentemente a dictaduras con capitalismo monopólico y manchesteriano, con una rápida transmutación de la casta gobernante comunista en una élite corrupta y servil con el dictador de turno. La Rusia de Putin y su invasión genocida de Ucrania es el ejemplo paradigmático de un régimen totalitario regido por un sicópata, que invade su vecino democrático, con el objetivo de eliminar la nación ucraniana y anexar su territorio. La reacción política mundial ha sido casi unánimemente condenatoria de esta guerra de exterminio causada por Putin, quien en un futuro deberá ser condenado por crímenes a la humanidad y genocidio por la Corte Internacional de Justicia.

Por mientras, los mercados mundiales acusan los efectos de esta, la primera gran guerra que se libra en Europa desde 1945. Se observan las esperables reacciones a un shock geopolítico adverso de primera magnitud: caídas en precios de acciones y bonos de alto rendimiento, alzas en precios de materias primas (especialmente del petróleo) y ajustes en proyecciones de crecimiento (hacia la baja) e inflación (hacia el alza). La intensidad y temporalidad de estos efectos dependerá de la duración y el resultado final de la guerra de Putin.

China es la otra dictadura totalitaria y genocida, que, debido a su poder militar y económico, representa serios riesgos geopolíticos mundiales. El mayor es la eventual invasión de Taiwán, una democracia ejemplar y desarrollada.

Muchos otros Estados, menos poderosos, también carecen de democracia y exhiben un capitalismo monopólico y corrupto. El caso paradigmático es el conjunto de muchos exportadores de petróleo. Venezuela, Irán y muchos países árabes carecen de democracia, pero exhiben un cleptocapitalismo servil del régimen dictatorial. En otros países subdesarrollados y exportadores de materias primas sucede algo similar.

¿Cuáles países en desarrollo se escapan de los grupos anteriores? Los pocos que intentan perfeccionar sus democracias y sus economías de mercado, dando dos pasos adelante y uno atrás: Chile hasta 2018, Panamá, Uruguay, Botsuana y algún otro.

¿Y los países desarrollados? Lo son porque han alcanzado y siguen perfeccionando un desarrollo político y económico más pleno, con instituciones democráticas, economía de mercado e inclusión política y social. Los 40 países que han alcanzado el desarrollo (con solo el 14% de la población, pero el 43% del PIB mundial) han perfeccionado su democracia y su economía de mercado, logrando altos ingresos, buena distribución y elevada felicidad. Entre los desarrollados, y a base de 12 indicadores de desarrollo integral, los países top ten del mundo son nueve europeos y Nueva Zelanda.

Implicancias para Chile

Chile ocupaba la posición 42 en 2014 y cayó al lugar 45 en 2021 en el ranking internacional de desarrollo integral. Chile está a una creciente distancia respecto de los países desarrollados, pero también está (aún) mucho mejor que la populista Argentina, la totalitaria Rusia o la dictatorial Venezuela.

Hasta ahora, ningún país ha alcanzado el desarrollo integral sin democracia y sin economía de mercado. Un sistema de mercado eficiente y justo —competitivo, con propiedad privada, sometido a reglas y tribunales— solo es viable en un sistema político de democracia representativa, con instituciones sólidas, Estado de Derecho pleno, gobierno eficiente e incorrupto, competencia política y adhesión ciudadana. Por lo tanto, democracia y economía de mercado se refuerzan mutuamente. Tome nota, Sr. Boric.