Hernán Cheyre V.
Presidente CIES UDD
Diario Financiero
Viernes 08 de noviembre
Aunque el triunfo de Donald Trump en la elección presidencial tenía una alta probabilidad de ocurrencia, lo que ha sorprendido es la magnitud del resultado. Existe el temor de que la ausencia de contrapesos efectivos en el Congreso le dejen el camino libre al Ejecutivo para avanzar en sus iniciativas sin necesidad de tener que buscar acuerdos con su contraparte demócrata. La pregunta obvia que surge es qué esperar de ahora en adelante, y qué espacio de reacción tiene un país como Chile.
Basándose en los lineamientos del programa económico de Trump, lo que anticipan los mercados en lo financiero es una profundización del déficit fiscal y del endeudamiento público, lo cual derivará en un aumento en las tasas de interés de largo plazo, fortaleciéndose de paso el dólar. Esto afectará el tipo de cambio en Chile, lo que va a obligar al Banco Central a actuar con cautela en las magnitudes en las que continuará reduciendo la tasa de interés. Como contrapartida, bajas de impuestos y una potente agenda de desregulaciones le va a inyectar dinamismo a la economía norteamericana, lo que sin duda será una buena noticia para nuestro país.
Pero la mayor preocupación radica en la política comercial que podría adoptar Estados Unidos. Si se cumple la propuesta de subir los aranceles a las importaciones entre 10% y 20% -que en el caso de China podría llegar a 60, se estarían colocando restricciones adicionales que afectarían negativamente la globalización de los mercados, perdiéndose así el beneficio que conlleva la deslocalización de las cadenas de valor, factor fundamental para abaratar costos de producción.
Y el riesgo mayor es que una estrategia de este tipo escale hacia una guerra comercial entre los principales bloques económicos (China, Estados Unidos y la Unión Europea) que afecte negativamente el comercio internacional, conflicto en el cual las grandes mayorías resultarían perjudicadas.
Para una economía como la chilena, cuyos principales socios comerciales son precisamente China y Estados Unidos, el escenario no parece favorable pero ofrece oportunidades. La existencia de un TLC con el país del norte debería permitir aislar en buena medida los efectos de los mayores aranceles en el comercio bilateral entre ambos, pero el desperfilamiento de China como eje articulador de nuevas cadenas de valor debilitaría su economía, lo cual afectaría negativamente la demanda del gigante asiático por productos chilenos.
En un escenario como el descrito, Chile no pasa de ser un simple espectador, pero eso no significa que deba adoptar una conducta pasiva. Por el contrario, ahora más que nunca se hace necesario profundizar los TLC ya existentes -¿qué pasa con la versión perfeccionada del tratado con la UE, que aún no es ratificada por el Congreso y buscar acuerdos con otros países que representen un potencial para Chile, como es el caso de la India. Todo esto, buscando mejorar la competitividad de nuestras exportaciones, para lo cual una mejor infraestructura portuaria es fundamental. En la adversidad surgen oportunidades que no se pueden desaprovechar. Sumarse a la ola proteccionista no es opción para Chile.