Joaquín Lavín
Director Instituto de Emprendimiento FEN UDD
El Mercurio
Sábado 15 de marzo 2025
No habían pasado ni dos semanas del devastador terremoto del 27-F cuando el Presidente Sebastián Piñera asumió el gobierno. Al día siguiente, el 12 de marzo, me impuso una meta como recién nominado ministro de Educación: en 45 días, todos los alumnos debían estar de vuelta en clases.
El panorama no podía ser más desolador. Un total de 4.000 escuelas habían sido destruidas o gravemente dañadas, y un millón de niños corría el riesgo de perder el año escolar. La catástrofe afectó especialmente a regiones como O’Higgins, Maule y Biobío, y, en particular, a la zona costera, golpeada por el posterior tsunami.
Todavía pensando en cómo lograr la meta, aquel sábado, junto al Presidente Piñera, viajamos a Iloca. Allí, la escuela básica, ubicada muy cerca del mar, había sido completamente destruida por la fuerza de la naturaleza. Fue en ese lugar donde conocí a alguien que después se haría popular en Chile: el “Zafrada”, un alumno de básica cuya espontaneidad y resiliencia se transformaron en un símbolo de la tragedia.
Pero lo más impactante de esa visita ocurrió cuando dos personas se me acercaron. Habían llegado ahí por su propia cuenta y me dijeron algo increíble: “nosotros somos capaces de construir una escuela en una semana”. Mi reacción inmediata fue de incredulidad. ¿Cómo iban a construir una escuela en siete días? Era simplemente imposible. Pero ellos insistieron: “no te preocupes, lo haremos”. Nunca olvidaré a esas dos personas. Sus nombres eran Felipe Cubillos y Cristián Goldberg. Sin saberlo en ese momento, probablemente estaba siendo testigo de los primeros pasos de lo que hoy es una gran institución, “Desafío Levantemos Chile”.
Buceando en Google, leo que esa escuela de Iloca se inauguró el 22 de marzo de 2010, es decir, cumplieron su promesa. Recuerdo haber llegado ese día y haber visto una escuela modular, construida con contenedores. Pero lo más impresionante no era la estructura, sino la sensación de normalidad y esperanza que se había logrado en tan poco tiempo. Todo estaba impecable, bonito, limpio, con olor a nuevo. Con comedor, sala de profesores y acceso a internet. Los escritorios estaban ordenados, con útiles escolares dispuestos para cada niño. Y lo más importante: los niños estaban felices. Esa escuela, y otras que vinieron después, fue posible solo gracias a Felipe Cubillos y Cristián Goldberg.
A Felipe Cubillos lo había conocido muy poco antes de ese momento, pero pronto entendí que era un gran inspirador. Hoy, al ver sus citas, me doy cuenta de la profundidad de su visión. “No hay nada más solidario que ser eficiente”. Y como buen navegante, solía decir: “Cuando creas que algo no es posible, que los problemas te agobian, que ya no puedes, date un tiempo para ver las estrellas y espera el amanecer. Ahí descubrirás que siempre sale el sol, siempre”. Su trágico fallecimiento fue una gran pérdida para Chile, pero su inspiración sigue viva en la fundación que creó.
Junto a Felipe estaba Cristián Goldberg, a quien en ese momento no conocía. Luego supe que era el fundador y gerente de Tecnofast, una empresa con gran experiencia en la construcción de campamentos mineros de alto estándar. De ahí venía su capacidad de ejecución y construcción, clave para la rápida instalación de las escuelas modulares. Durante esos 45 días de la meta impuesta por el Presidente Piñera, me encontré varias veces con Cristián, al que quiero dedicarle un recuerdo muy especial. Leí hace pocas semanas en Sábado de “El Mercurio” una nota sobre él, y supe que enfrenta su propio desafío.
Dos personas más fueron claves en la reconstrucción de las escuelas: Carlos Alberto Délano, presidente en ese entonces de la Fundación Teletón, y Mario Kreutzberger, fundador, inspirador y conductor de esa cruzada. Estaban organizando la campaña solidaria “Chile ayuda a Chile”, destinada a ir en auxilio de los damnificados del 27-F. Esta cruzada se estaba llevando a cabo junto a Techo para Chile, y la meta era ambiciosa: recaudar $15.000 millones para la reconstrucción de viviendas de emergencia.
Antes de la Teletón, Carlos Alberto Délano me dice que habían conversado con Don Francisco, y que, si se sobrepasaba la meta, ese “extra” iba a ir a la reconstrucción de escuelas. Lo que nadie imaginó fue lo que sucedió después. Para sorpresa de todos, la campaña solidaria no solo alcanzó la meta, sino que la triplicó: se recaudaron $45.000 millones. La Teletón, con el empuje de Mario Kreutzberger, trajo contenedores especialmente habilitados como escuelas desde Estados Unidos.
Nunca es tarde para agradecer. Fue la colaboración de estas personas la que me permitió decir en la escuela modular de Constitución, inaugurada justo el día 45: “Presidente Piñera, todo Chile está en clases”.