Fuente: El Mercurio | Jueves 22 de agosto 2025
El economista y excandidato presidencial lanza su libro “Chile: ahora es cuándo”, donde diagnostica las oportunidades del país y propone crear un fondo que dé dividendos entre los chilenos.
Viste de beatle, con chaqueta y libros. Todo un académico. “Pero si soy profe”, dice Joaquín Lavín Infante (71 años), con la sonrisa tan abierta como aquella de cuando casi vence a Ricardo Lagos en las elecciones presidenciales de 1999 y que lo acompañó como alcalde de Las Condes y de Santiago, y de ministro en el primer gobierno de Sebastián Piñera. Actualmente es el director del Instituto de Emprendimiento de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad del Desarrollo, en cuya calidad está publicando “Chile: ahora es cuándo” (2025, Ediciones El Mercurio).
—Usted plantea que hay quienes aún cuestionan el extractivismo. ¿No es acaso aún una mala palabra?
“A mí me ha interesado este tema ya desde hace varios años porque yo siento que Chile tiene una oportunidad única en este minuto. Prácticamente se han alineado los astros en favor de Chile. Chile es crucial para la lucha mundial contra el cambio climático, porque tiene tres de los seis minerales críticos: cobre, litio y tierras raras. Tiene una ubicación geográfica privilegiada para transformarse en potencia agroalimentaria. Y con el cambio geopolítico, en que China y Estados Unidos son los países dominantes del mundo, está ubicado en el Pacífico, que es donde están pasando las cosas. En el fondo, siento que estamos en una posición inmejorable. Al mismo tiempo, veo que la economía chilena, que debería estar volando, se está arrastrando. Entonces, este libro viene a mirar el vaso medio lleno, en el sentido de decir: ‘Oye, tenemos posibilidades extraordinarias’”
—¿Acaso el Presidente Boric no ve también el vaso medio lleno?
“Sí, pero lo dejó ahí. No concretó las cosas. Y ahí respondo a tu pregunta: ha habido un discurso que le ha hecho mal a Chile. Creo que se está superando, pero que tuvo su culminación en el primer proceso constitucional, en que se habló de decrecimiento, se habló de extractivismo”.
—¿Se acabó ese discurso entre quienes apoyan al Gobierno?
“Yo diría que todavía está latente. No quiero hacer una crítica directa, porque esto va más allá de un gobierno. Pero sí, obviamente, si tú pones a cargo de los tratados de libre comercio a una persona que no le gustan los tratados de libre comercio, o pones a cargo del sector pesquero a alguien que está en contra de la pesca industrial, o del sector salmonero a alguien que no quiere más salmones; a personas que vienen de ONG ambientalistas a cargo de los permisos ambientales… todo eso ha pasado, y sigue pasando. Entonces, son resabios de ese discurso”.
—¿Son activistas los que están a cargo de los permisos en Chile?
“El primer tiempo del gobierno de Boric fue así. Después el Presidente empezó a convencerse de que se necesitaba abrirse al mundo, tratados de libre comercio, y empezó a cambiar. Pero claro, ese discurso le hizo mucho daño a Chile. Y va más allá del gobierno. Este estancamiento no es solo de este gobierno”.
—¿Es de aquellos que cuentan los días para que se acabe este gobierno?
“No cuento los días. Me gustaría que estas cosas empezaran a pasar ahora. Por ejemplo, cuando yo veo a Milei hablando con Elon Musk, yo digo: ‘Pucha, si con quien debería estar hablando Elon Musk es con Chile’. ¿Por qué? Porque Elon Musk necesita cobre para sus autos eléctricos. ¿Quién se lo da? Chile. Necesita litio para las baterías de Tesla. ¿Quién se lo da? Chile. Necesita tierras raras para ponerle el ‘botón de locura’ para que el Tesla acelere de 0 a 100 km/h en tres segundos. Milei todavía no tiene esas cosas”.
—Sobre Musk, en el libro dice: “Necesitamos a nuestro Presidente activamente involucrado”. ¿Se refiere al Presidente Boric?
“Sí, efectivamente. A mí me molesta cuando veo a Milei en la foto con Musk, y Chile, que tiene lo que él necesita —cobre, litio y tierras raras—, no está”.
—¿El Chile actual está congelado?
“Está congelado desde hace unos diez años o más (…). De repente nos encandilamos con que estamos exportando US$ 100 mil millones. Sí, maravilloso. Pero ¿a qué precio está el cobre? Vamos a las cantidades físicas, y ahí la realidad es distinta”.
—Usted plantea un “dividendo ciudadano”.
“Aquí puede haber muchas fórmulas diferentes. Yo planteo dos específicas. Una es crear un fondo que reparta dividendos a las personas. No sería poca cosa tratar de repartir —no quiero dar cifras exactas—, pero al menos US$ 5.000 millones al año. Por ejemplo, si vamos a reducir el gasto público, que la mitad de esa reducción vaya a este fondo. Van a decir que es demagogia. No, no es demagogia. Si tú no reduces el gasto público, hay cero para ese fondo. ¿Por qué necesito eso? Porque necesito que la gente quiera que el Estado sea más eficiente, que les duela cuando se cae un proyecto. Que digan: ‘No puede ser, esto me perjudica’. Necesito que esos proyectos se hagan”.
—Habla de que un punto de crecimiento del país implique recursos…
“Yo creo que este fondo debería irse, entre comillas, ‘llenando’ por dos vías: una, haciendo a los chilenos socios de la eficiencia del sector público, con un porcentaje de reducción del gasto que vaya a este fondo; y dos, socios del crecimiento, en el sentido de que si el país crece más allá de una cierta meta —por ejemplo, más del 3% anual—, el extra de recaudación pública vaya también al fondo. Lo que yo pienso es que se necesita un nuevo pacto entre los chilenos. A la familia chilena hay que decirle: ‘De ahora en adelante no solo va a tener que trabajar más, sino también cumplir ciertas reglas’. Ya no más (jornadas laborales) menores de 40 horas, no más licencias falsas con viajes al extranjero. Hay que trabajar más, producir más. Hay que mandar a los hijos al colegio. No se puede evadir el Transantiago. Hagamos un trato de verdad: vamos a cumplir las normas, vamos a hacer las cosas bien. Pero yo le garantizo a usted que va a ser socio del crecimiento y de la eficiencia, y se va a beneficiar de ese crecimiento no solo porque habrá mejores empleos, sino también porque va a recibir este extra”.
—A usted lo cuestionaban antes por el “cosismo”. ¿Esto sería un “cosismo 2.0”?
“No, no. Eso es otra cosa. Eso se refería a obras concretas. Muchos lo usaban como insulto, pero yo considero el ‘cosismo’ un piropo. Cuando uno es alcalde o no está en el Congreso, tiene que hacer cosas. Pero esto trasciende eso. Esto es una nueva fórmula de pacto social, de incentivos económicos”.
—Su libro es poco menos que un programa de gobierno. ¿Le ha comentado esto a Evelyn Matthei?
“Es mi candidata, por supuesto. Ahora no, no le he comentado”.
—En el libro usted elogia a Milei. ¿Quién sería el Milei en Chile?
“No quiero entrar en eso. Pero sí te diría lo siguiente: cualquiera que sea el próximo Presidente de Chile va a necesitar, entre comillas, una ‘ley ómnibus’, o como sea que la llamemos en Chile. Va a necesitar una ley que derribe todos estos palitos en la rueda que les fuimos poniendo a los motores de crecimiento de Chile y que finalmente los paralizaron”.
—Su candida ha manifestado dudas sobre el acuerdo Codelco-SQM que usted respalda.
“Es una discusión que se puede dar. Pero creo que SQM era la opción más rápida. Si tú querías estar en el litio de forma más eficiente, los que tenían todos los conocimientos eran ellos. Tú puedes decir: ‘Claro, ahora un recurso que era del Estado será privado en un 49%’. Pero yo no lo veo así. Yo digo en el libro que el litio debería ser concesible, y eso tiene que venir sí o sí en el Chile del futuro. Pero con las normas actuales, pienso que fue un buen acuerdo”.
—¿De verdad cree que hay más innovación en Argentina, Perú, Uruguay que en Chile?
“Sí”.
—¿Dónde salió la innovación en Perú, por ejemplo?
“Primero, hay mucha innovación en política pública en el mundo: en digitalización, países como Estonia; en fórmulas nuevas, como DOGE de Musk o las disposiciones de extinción de dominio en Idaho. Se están haciendo cosas en Brasil, en Argentina. En Perú, por ejemplo, un país que nosotros mirábamos desde arriba, resulta que nosotros éramos número uno en riego tecnificado, y ya no lo somos, porque Perú nos pasó. Ellos construyeron muchos más embalses que Chile, utilizaron el agua del Amazonas en un proyecto concesionado muy bueno. Ellos están regando el desierto, algo que nosotros deberíamos estar haciendo”.
—Se nota nostalgia en su libro. ¿No será que está proponiendo un “Make Chile Great Again”?
“No, no quiero caer en eso del eslogan. Pero Chile fue el número uno en Latinoamérica y perfectamente podría volver a serlo. Tenemos todo. Estamos sentados arriba de una mina de oro y no la estamos aprovechando. Y esa mina de oro no es solo minerales: es salmón, pesca, recursos forestales, valor agregado. Muchos dicen: ‘¿Cuándo Chile va a hacer valor agregado?’. Está lleno de startups que han dado valor agregado a los clústeres principales de la economía chilena. Hay que desatar los hilos que están inmovilizando a este gigante, eso es”.