Por Hernán Cheyre:
Habiendo consenso en cuanto a la importancia de que las ganancias de productividad se conviertan nuevamente en una fuente relevante de crecimiento económico en el país, y en el rol que el emprendimiento y la innovación deben jugar en este contexto, hay distintas visiones en cuanto a la estrategia que se debe seguir. En breve, hay diferencias entre quienes pensamos que el rol del Estado debe limitarse a corregir distorsiones que impiden que estas actividades se desarrollen con la fluidez requerida, creando así un entorno más favorable y entre quienes son partidarios de políticas industriales más activas. No debe extrañar, por tanto, que la política de elusters que se puso en marcha durante la primera administración de la Presidenta Bachelet haya sido discontinuada en el gobierno del Presidente Piñera y que ésta haya sido repuesta en el año 2014, si bien con matices de diferencia. Lo malo de esto es que la falta de continuidad en las políticas se va traduciendo en señales a lo largo del tiempo que son contradictorias, lo cual no contribuye a generar un marco estable. Pero la buena noticia es que, no obstante las diferencias, hay ciertos principios básicos que parecen ser compartidos, de manera que si se lograra alcanzar acuerdos en la definición de un marco común aceptado por los principales actores en el ámbito de las políticas públicas, se estará dando un paso importante, de gran beneficio para el país.
Los partidarios de implementar políticas industriales más selectivas argumentan que en un contexto de escasez de recursos públicos lo más eficiente es concentrar el apoyo en aquellos sectores con mayor potencial, permitiendo así la consolidación de un grupo de clusters con proyección global. Quienes estamos en la otra vereda y somos partidarios de las políticas neutrales, que no discriminan entre sectores, por cierto que compartimos la visión de que para fortalecer la economía se requiere contar con encadenamientos productivos (clusters) potentes, pero discrepamos de la selectividad a priori. Nos parece más eficiente que la selección se realice recurriendo a mecanismos de mercado. En este sentido, privilegiamos la aplicación de políticas horizontales, que afecten a todos los sectores por igual. En esta línea, si a través de una agencia estatal se decide, por ejemplo, destinar recursos para apoyar procesos de transferencia tecnológica que permitan conectar más fluidamente a los que generan el conocimiento y las tecnologías con quienes la pueden transformar en un nuevo proceso o producto que tenga valor en el mercado, creemos que es más eficiente elegir los mejores proyectos en base a concursos abiertos a todos los sectores otorgándoles una mayor ponderación a aquellas iniciativas que logran atraer una mayor proporción de fondos privados para complementar el apoyo estatal. Esa forma de selección permite que se revelen de mejor forma los sectores con mayor potencial en contraste con la visión que prefiere elegirlos a priori, cualquiera sea el criterio que se utilice para ello.
Una buena forma de acercar posiciones es recurriendo a los planteamientos más recientes de la Ocde en esta materia. En el informe Making Innovation Policy Work publicado el año pasado, se enfatiza en la necesidad de avanzar hacia un enfoque más abierto, diferente de la política industrial tradicional, colocando el énfasis en la colaboración estratégica entre los sectores público y privado para identificar y remover barreras que entorpecen el emprendimiento y la innovación en las distintas industrias. Avanzar en esta línea impone el desafío de ir creando una nueva institucionalidad que mejore la conectividad entre los emprendedores y la economía global. En definitiva, más que «elegir ganadores», se debe propender hacia un esquema que permita «conectar ganadores» con el mundo global.
Bajo esta mirada más amplia, el eje no debe estar en lo que tradicionalmente se ha conocido como política industrial, en sus distintas variantes, sino que más bien se debe intentar lograr consensos básicos en una política de productividad, de un calibre mucho mayor -que puede abarcar desde la formación de capital humano específico hasta la eliminación de barreras anticompetitivas-, que permita resolver cuellos de botella, fallas de coordinación y asimetrías de información que entorpecen el desarrollo productivo del país.
El Consejo Nacional de Innovación para el Desarrollo (CN1D) está promoviendo una positiva discusión en este ámbito, que se suma a la tarea de coordinar las propuestas que van a surgir de la comisión asesora presidencial en cuanto a la institucionalidad del sector. Hoy, más que nunca se requiere colocar en la agenda pública la discusión de temas de futuro y el desafío de mejorar la productividad de la economía chilena es una tarea que debe ser abordada en forma conjunta por el gobierno y por los principales actores de la sociedad civil.