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Buena educación y buenos profesores

Por Matías Lira:

Los resultados recién entregados del Simce 2015 sobre el desempeño de los estudiantes generan una sensación mixta.

Por un lado dan cuenta de un lento, pero gradual avance en la educación escolar, y por otro, demuestran la disminución de las brechas socioeconómicas y de género.

Esto no es malo si entendemos que todo cambio en educación debe ser mirado desde la óptica del mediano y largo plazo, y sobre todo entender que para evaluar el éxito o fracaso de estas políticas no debemos dejarnos llevar por las habituales ansiedades reformistas del gobierno de turno.

No me cabe la menor duda que en el discurso todos quisiéramos que este avance en el aprendizaje de nuestros niños fuera mayor, sin embargo, no parece igual de obvio que este discurso se traduzca en políticas que permitan lograr dichos propósitos.

Un ejemplo de esto es la ley que establece la nueva carrera docente, la cual contiene avances valiosos, como la vinculación entre los aumentos de sueldo de los profesores y su desempeño, y la fijación de requisitos más exigentes para impartir e ingresar a las carreras de pedagogía, entre otros.

Sin embargo, ella adolece de graves defectos como, por ejemplo, los bajos incentivos salariales para atraer a buenos estudiantes de pedagogía y mantener a los mejores docentes; las condiciones discriminatorias de ingreso a la carrera docente que impone a profesores de colegios particulares subvencionados y educadoras de párvulos; y además, sus débiles reformas al Estatuto Docente, uno de los peores obstáculos para la calidad de la educación.

Según lo que declaran los directivos de los establecimientos que mayor alza tuvieron en el ranking, de acuerdo con un reciente estudio realizado por nuestra facultad, que comparó los puntajes de 2° básico de 2013 con los resultados obtenidos -por esos mismos alumnos- en 4° básico en 2015 en el Simce de lectura, la clave de este progreso está en que sus profesores lograron incentivar a sus alumnos y asegurarse que estos aprendieran.

Así como no hay buena educación sin buenos profesores, es imposible que haya buenos resultados sin políticas bien diseñadas que permitan mayor autonomía en los colegios y la promoción de una cultura del esfuerzo y superación, no solo en los alumnos sino también y en especial en nuestros profesores. Aspectos donde la Ley de Carrera Docente y la reforma educacional o la Ley de Inclusión quedan al debe.