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Columna de Hernán Cheyre: «Financiamiento para el desarrollo»

Por Hernán Cheyre, CIES UDD | Diario Financiero | Jueves 7 de julio, 2022

Uno de los objetivos que se ha planteado el Gobierno es rediseñar la institucionalidad del fomento productivo del país, fortaleciendo las capacidades de las instituciones ya existentes, y creando también un Banco Nacional del Desarrollo. Todo esto, en la lógica de mejorar el “financiamiento para el desarrollo”.

Modernizar las instituciones encargadas de promover el emprendimiento y la innovación en Chile hace pleno sentido, especialmente si porque en forma progresiva se ha ido instalando la idea de que una mejor articulación público-privada resulta fundamental para darle una mayor tracción a los programas estatales de apoyo, así como para un mayor apalancamiento de recursos privados. Pero, dicho lo anterior, al analizar el tema del financiamiento para el desarrollo desde una perspectiva más amplia, no se debe perder de vista que el motor fundamental para ello es un mercado de capitales competitivo y profundo. Lo demás es también necesario, pero como complemento.

En materia de competencia, los cambios legales que van a permitir a las Fintech insertarse mejor en el mercado de capitales global sin duda van a contribuir. En materia de profundidad, lamentablemente se ha venido experimentando un retroceso desde que se aprobó el primer retiro de fondos previsionales, y en el marco de la incertidumbre que hoy prevalece las masivas salidas de capitales han exacerbado el problema. Por tanto, es en esta área donde deberían concentrarse los esfuerzos orientados a lograr una mayor disponibilidad de recursos para el financiamiento de nuevos proyectos de inversión.

La modalidad que adopte la reforma al sistema de pensiones tendrá un impacto directo en la profundidad del mercado de capitales, en mayor o menor grado, dependiendo de la proporción en que los aportes adicionales sean administrados bajo la lógica de un sistema de reparto o bien a través de un esquema basado en el ahorro y la capitalización de los fondos. Este aspecto clave no debe ser desatendido.

Y en lo que respecta a la Corfo propiamente, modificar su estructura de gobierno corporativo es algo en lo que sería conveniente avanzar, conformando un directorio donde tengan cabida representantes provenientes del mundo del emprendimiento y la innovación, entre otros, con un diseño cuidadoso que evite el “riesgo de captura” por parte de grupos específicos con capacidad de presión para llevar agua a sus propios molinos.

Pero el tema que concentra la atención es el de la creación de un Banco Nacional del Desarrollo. Más allá de la señal grandilocuente que transmite una nueva institución con este nombre, es importante considerar que la Corfo ya realiza funciones que son las características de un banco de desarrollo: fondos para capital de riesgo, intermediación de créditos otorgados por instituciones financieras internacionales, garantías crediticias, etc. ¿Para qué crear una nueva institución, cuando bastaría con introducir ajustes en todo aquello que sea necesario y recomendable? En lo que sí se debería ser muy cauteloso es en la intención de otorgar créditos directos bajo la lógica de una banca de “primer piso”. La Corfo no tiene un historial positivo en esta materia, ni tampoco presenta ninguna ventaja para hacerlo.

Un área en la que sí sería recomendable introducir cambios son los programas de apoyo directo a los emprendedores, que actualmente tienen la característica de un subsidio. Parecería de la más elemental justicia que, al menos en el caso de emprendimientos que terminan siendo exitosos, los beneficiarios le devuelvan al Estado el monto que se les aportó, siguiendo la misma lógica que subyace a los créditos contingentes. Esto permitiría otorgarles una mayor validación social a los recursos fiscales orientados a este propósito.