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Columna Hernán Cheyre: «Para salir del pantano»

El Mercurio | Jueves 24 de agosto 2023

Ya ha transcurrido una década desde que la trayectoria de crecimiento de la economía chilena marcó un punto de inflexión.
Desde el 4,8% observado como promedio anual de la expansión del PIB en el período 2004-2013, en la década que termina este año ese guarismo se habrá reducido a tan solo 1,8%, y las perspectivas para lo que viene apenas superan el 2%.

No hay dos opiniones en cuanto que esta cifra es absolutamente insuficiente para satisfacer las demandas de la población, como tampoco hay discrepancias respecto de que lo que se necesita en la actual coyuntura es un golpe en la inversión, que desencadene a su vez un aumento en la contratación de trabajadores, y todo esto en un contexto que genera mayores incentivos para mejorar la productividad.

Los diagnósticos en esta materia son bastante coincidentes, y la ciudadanía demanda un cambio en esta dirección, no aspirando a recibir más recursos del Estado, sino a que se generen las condiciones que les brinden oportunidades para poder desarrollarse (encuesta CEP).

Resulta obvio, en consecuencia, que el rol fundamental del Gobierno en las actuales circunstancias debe centrarse, más que en crear nuevas empresas públicas y en adquirir el control de los nuevos proyectos, en la creación de las condiciones básicas requeridas para desatar una nueva ola de inversiones que dé inicio a un nuevo ciclo positivo.

Para esto es de vital importancia agilizar permisos, adecuar regulaciones (ambientales, laborales y tributarias), otorgar mayor certeza jurídica, fomentar la reconversión laboral y facilitar la transferencia tecnológica, entre otras; todas ellas ya mencionadas en múltiples instancias.

Lamentablemente, consideraciones ideológicas están impidiendo avanzar con mayor decisión en esta línea, y la discusión sigue entrampada.

Considerando que gracias a sus ventajas comparativas Chile enfrenta en la actual coyuntura una oportunidad única ante la mayor demanda mundial por litio y por energías limpias en general, de cara a las próximas generaciones sería una insensatez imperdonable no aprovecharla.

Afortunadamente, ya empiezan a surgir voces que con esta mirada llaman a alcanzar acuerdos en puntos específicos que son claves para el desarrollo de estos sectores.

Esto va a ser fundamental, pero no va a ser suficiente: se va a requerir también que la sociedad en general tome conciencia de lo que significa esta oportunidad, y también socializar estos temas con las comunidades que podrían verse más directamente afectadas por el desarrollo de estos proyectos, debiendo buscarse mecanismos de compensación justos y proporcionados, pero que no hagan perder el norte.

Es la implementación de esta mirada la que nos va a permitir salir del pantano, y no la discusión ideológica.