Hernán Cheyre V.
Presidente CIES UDD
El Mercurio
05 de marzo 2024
La urgente necesidad de recuperar el crecimiento económico está provocando que la publicación de cada nuevo indicador referido a niveles de actividad esté siendo mirado con especial atención por analistas, políticos y ciudadanía en general. Es así como la noticia de que el Imacec de enero se expandió en 2,5% ha sido muy bien recibida.
Luego de un año 2023 en que el mismo indicador cerró con una variación negativa de 0,2%, mostrando que la recuperación avanzaba a un ritmo muy lento, las expectativas para 2024 han estado marcadas por un tono de moderación, con la mayoría de los analistas apuntando a un crecimiento del PIB entre 1,5 y 1,7 por ciento, cifras que a su vez se ubican en el punto medio del rango proyectado por el Banco Central en el IPoM de diciembre (1,25-2,25 por ciento).
La cifra de enero medida en forma desestacionalizada muestra una expansión de 1,7%, y si se excluye a la minería, la variación positiva fue de solo 1,1%, de manera que la tendencia que exhiben los niveles de actividad no está siendo muy distinta a lo que se ha venido proyectando para el año. Esta clarificación no desmerece el resultado de enero, ya que se estaban esperando datos puntuales que pusieran de manifiesto un punto de inflexión, pero lo coloca en su justa perspectiva.
La recuperación del empleo observada en las últimas cifras del INE es consistente con el Imacec de enero, especialmente en su desagregación sectorial, por cuanto son los sectores más vinculados al consumo los que están mostrando un mayor repunte en la actividad.
Todo esto es positivo, sin duda, pero no deja de ser preocupante que las señales de inversión —factor clave para poder cambiar la trayectoria de crecimiento de la economía chilena y para poder sustentar una mayor expansión del empleo formal distinta del empleo público— no den todavía muestras de un repunte.
De hecho, las últimas proyecciones del Banco Central consideran una variación nula para la formación bruta de capital fijo durante este año, lo cual parece realista a la luz de los antecedentes disponibles, pero preocupante a la vez: sin mayor inversión no se va a lograr alterar el crecimiento tendencial de la economía, el cual no supera el 2% anual, cifra apenas suficiente para poder mantener el PIB per cápita.
La agilización de los permisos para poder iniciar nuevos proyectos, la racionalización de las regulaciones, de la carga tributaria, así como un cambio institucional en las aprobaciones ambientales, no pueden seguir esperando. El reciente rechazo al proyecto de Google ahorra cualquier comentario, y da cuenta de una fragilidad que está resultando paralizante.