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Las Aldeas de Potemkin


Erica Salvaj
Profesora-Investigadora
Facultad de Economía y Negocios, UDD
El término las “aldeas de Potemkin” equivale a villas simuladas o ficticias, construidas sólo para impresionar. Cuentan los rumores perdidos en la historia que el ministro ruso Grigory Potemkin, quien dirigió la campaña militar de Crimea, levantó falsos asentamientos a lo largo de las orillas del río Dnieper con el fin de mostrar un buen nivel de desarrollo de la región y así engañar durante su visita a Crimea a la emperatriz Catalina II, quien había financiado la operación. Actualmente esta idea se usa para describir, literal o figurativamente, cualquier tipo de construcción que intenta impresionar a los demás haciéndoles pensar que una situación es mejor de lo que realmente es.
El lector se preguntará, ¿Qué tiene que ver esta historia conmigo?  Como inversionista, usted tiene el objetivo de encontrar buenas oportunidades de inversión, e idealmente en empresas que hayan demostrado tener un buen gobierno corporativo. Es decir,  que aseguren o garanticen de forma confiable la obtención de un retorno para su inversión. Al mismo tiempo, y al igual que Potemkin con Catalina la Grande, las empresas buscan impresionarlo y cautivarlo para capturar sus ahorros/financiamiento.
Una de las herramientas que tienen las empresas para dar una impresión de “buen gobierno corporativo” es a través de sus directorios.  Sin embargo,  valorar la calidad de un directorio es muy problemático, porque las reuniones del mismo suceden a puertas cerradas y permanecen en las arenas de lo misterioso.
En el intento de subsanar este problema, las reformas de gobierno corporativo aquí y en el mundo comenzaron a exigir la publicación de indicadores que permitieran evaluar indirectamente la calidad de un director. Entre estos, está la edad de un director, su ocupación principal, sus estudios, su independencia de la propiedad o de la gerencia, o la cantidad de horas destinada a cumplir con sus funciones. Desafortunadamente, todas estas variables demostraron tener muy poca relación con un mejor gobierno corporativo, según lo demuestran estudios realizados entre las empresas abiertas en todo el mundo.
Otra forma que tienen los inversionistas de evaluar la calidad del directorio es a través del estatus del mismo. El estatus se define como la calidad percibida de un producto o servicio en relación a la calidad percibida del mismo producto o servicio de la competencia. Para incrementar el estatus de un directorio, o las percepciones de calidad de los inversionistas respecto del gobierno corporativo generado por el directorio, las empresas apuntan a directores muy conectados que participan en otras empresas o instituciones prominentes. Al incorporar directores múltiples denotados, y en particular, a los gerentes generales de empresas prominentes, se envía la señal al mercado de que se está recibiendo el respaldo implícito de estas compañías bien reputadas.
De la misma manera que las aldeas ficticias construidas por Potemkin para impresionar a Catalina II, los directorios podrían constituirse como una fachada atractiva del gobierno corporativo de una empresa no tan interesante, saludable o incluso rentable. Estudios realizados en Estados Unidos, demuestran que quienes lideran corporaciones que por diversas razones han sido cuestionadas o están bajo la lupa y el intenso escrutinio de inversionistas institucionales o activistas tienen más incentivos para caer en la tentación de Potemkin e incorporar directores múltiples prominentes. Adicionalmente, estos estudios también muestran que las empresas con mejor desempeño histórico tienden a ser más atractivas para los directores múltiples, especialmente gerentes generales.
Los factores descritos anteriormente en la realidad se mezclan. Por lo tanto, un directorio prominente conformado por varios directores múltiples podría deberse a su muy buen desempeño histórico o a su necesidad de responder al escrutinio del mercado. Consecuentemente, cuando usted esté buscando invertir y vea un directorio con demasiados directores múltiples de alta popularidad y estatus, desconfíe. Podría estar ante una aldea de Potemkin. Recuerde no cometer el error de Catalina II. Detenga su barco, bájese del mismo y realice un escrutinio minucioso de la aldea que tiene frente a usted. «Golpee y abra todas las puertas de la aldea» hasta estar seguro de que lo ve es realidad y no un engaño.