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Columna Hernán Cheyre: Buenas, malas y peores noticias

Hernán Cheyre V.
Centro de Investigación Empresa y Sociedad (CIES)
El Mercurio
03 septiembre 2020

Luego de un segundo trimestre muy oscuro, con una contracción en los niveles de actividad de 14,1% de acuerdo a la medición del PIB, las cifras preliminares de julio muestran una atenuación en el ritmo de caída (10,7%), y las cifras desestacionalizadas, comparadas con el mes inmediatamente anterior, dan cuenta de un repunte de 1,7%. Comienza a advertirse un cambio de tendencia, y ello constituye la noticia positiva de la semana. Pero en paralelo continúa observándose un deterioro de gran magnitud en el mercado laboral: durante el último año se habrían perdido 1,8 millones de empleos y hay más de 700 mil trabajadores en una etapa suspensiva, lo cual es una muy mala noticia.

La tarea de poder ofrecer oportunidades laborales a más de 2,5 millones de personas —considerando también a quienes han abandonado transitoriamente la fuerza de trabajo— constituye un desafío de enormes proporciones, en un contexto en que a los factores de incertidumbre propios del cuadro actual hay que sumar la tendencia a una mayor digitalización de los procesos productivos y de los modelos de negocios tradicionales, que ha surgido del nuevo contexto en que está funcionando la economía, y que en muchos casos se va a mantener.

Pero a esta buena y mala noticia habría que agregar una tercera, que a no dudarlo, es la peor de todas: el comité de expertos que anualmente convoca la Dipres para conocer sus estimaciones respecto del PIB tendencial —esto es, la capacidad de crecimiento de mediano plazo de la economía— ha bajado su estimación a 1,5% para 2021, con una mejora mínima en los años siguientes, llegando solo a 1,9% en 2025. La estimación previa (mayo 2020) era de 1,9% para 2021 y de 2,4% en 2025. En ambos casos se trata de cifras que son absolutamente insuficientes de cara a los desafíos que enfrenta el país, siendo preocupante que continúe arrastrándose una tendencia a la baja que se viene manifestando desde hace ya varios años.

Dada la coyuntura actual, que torna imperiosa la necesidad de echar a andar nuevamente el aparato productivo para recuperar los puestos de trabajo que se han perdido y para reasignar los recursos productivos que han quedado sin utilizar, acelerar el proceso de reactivación se hace cada vez más necesario. Pero ello no será suficiente, si al mismo tiempo no se van generando las condiciones para aumentar la capacidad de crecimiento de mediano y largo plazo. Mecanismos (y señales) para incentivar la inversión, para mejorar la productividad a través de prácticas innovadoras que sean estimuladas a través de una mayor competencia en los mercados, y una regulación moderna a nuestro mercado laboral —compatible con los desafíos que se enfrenta en estos nuevos tiempos— no pueden seguir esperando. De lo contrario, la posibilidad de dar un nuevo salto será una ilusión.